Desde mis principios como máster XXVII

Llegué al aeropuerto con tiempo. Dejé el coche en el aparcamiento. Me senté en la cafetería a degustar un sándwich, porque la sesión en el centro comercial me había dejado hambriento. Miré las noticias, pero no había nada que hiciera referencia al tema que me interesaba. La verdad es que no había habido tiempo.
Anunciaron la llegada del vuelo de Berlín y, al poco, apareció Álvaro, radiante, con un impecable traje gales oscuro, camisa blanca y una corbata gris piedra con una finísima raya diagonal azul eléctrico. Mi polla se irguió inmediatamente frotándose contra el tejido tejano de mi pantalón.
Nos quedamos frente a frente, como en éxtasis, contemplándonos. Al final, nos fundimos en un abrazo estrecho.
- Te he echado mucho de menos, cabronazo.
- Puedo notarlo. Sé que te alegras de verme, porque no te gustan las pistolas.
Me reí con franqueza. Al separarnos vi que le brillaban los ojos.
- ¿Estás bien?
- ¡Claro! – Y sonrió con una dulzura infinita.
Al llegar al parking, y una vez que hubo dejado el equipaje en el maletero, junto a las provisiones, se quitó la chaqueta y la dejó en el asiento trasero.
- Qué diferencia de temperatura.
Se aflojó la corbata, desabrochó el botón superior de la camisa y se arremangó. Mi rabo estaba a punto de explotar. Me senté en el asiento del conductor mientras él ocupaba el del copiloto. Cuando iba a girarse para ponerse el cinturón, lo agarré por la nuca y le pegué un morreo que aún me excitó más. Con la izquierda desabroché los botones de mi bragueta y empujé con firmeza su cabeza hacia mi rabo tieso y babeante.
Abrió la boca pero se detuvo y me miró de reojo.
- He tenido que follarme un par de culos para aguantar hasta verte. Uno, por cierto, virgen.
- ¿¡Un par!?
- Tranquilo, chicos limpios.
Empujé hasta que mi polla estuvo bien encajada en su garganta. ¡Qué gustazo me daba follarle la garganta! Cambié de mano para liberar la derecha y poder magrear su culo pétreo. Metí la mano entre el pantalón y la camisa y la deslicé hasta acariciar el slip. Lo separe empecé a acariciar su esfínter. Sus gemidos aumentaron en volumen y frecuencia. Aflojé la presión en su cabeza para que pudiera chupármela todo lo bien que sabía.
- Desabróchate el pantalón y sácatela.
Lo hizo sin soltar mi polla ni un instante. La suya estaba durísima y húmeda de precum. No se tocó. Su boca seguía comiéndose todo mi cipote con hambre atrasada. Acerqué a mi boca el dedo con el que había acariciado su ano. Lo olí con delectación, y su aroma me enardeció aún más. Lo chupé para ensalivarlo y se lo introduje despacio hasta llegar a su próstata. Culeó vicioso y aumentó la intensidad de la mamada.
- Pajéate.
Negó con la cabeza a la vez que lo hacía con un sonido gutural. Le metí otro dedo que provocó un largo gemido de placer y dolor mezclados.
- Pajéate cabrón...