Despierto cada mañana en la lujosa habitación de mi departamento ubicado en una zona exclusiva de la ciudad.

Todas las noches duermo usando solo un boxer y las sábanas se sienten deliciosas en mi cuerpo semi desnudo, durante unos segundos coqueteo con la idea de dormir otros cinco minutos pero me venzo y me levanto.

Cada mañana hago el mismo ritual, me miro desnudo y me admiro, tengo cuarenta y cinco años pero mi cuerpo se ve muy bien conservado, parezco de 35 o tal vez menos.

No sé qué me animó a operarme la cara la primera vez, a injertarme cabello, hago dieta y dos horas de ejercicio. Me gusta como me veo, soy un triunfador.

Me pongo la ropa del gimnasio: una playera delgada holgada y unos pantalones deportivos, no me gusta llamar la atención, no lo necesito.

Me voy al gimnasio del edificio donde vivo, siempre entro puntual a las cinco de la mañana, algunos piensan que es demasiado temprano pero los hombres de negocios como yo tenemos que hacerlo a esa hora.

Cardio, pesas, abdomen, las dos horas las sudo a conciencia y me regalo 15 minutos en la sauna del gym para relajarme. Me gusta la sensación de mis brazos hinchados y adoloridos, mi abdomen musculoso y mis pectorales bien desarrollados, me toco mucho sintiendo su fuerza, me da placer sentirme así de fuerte y poderoso.

Subo a mi departamento a desayunar, huevos orgánicos y leche de la mejor calidad, me consiento porque puedo, desayuno mirando la ciudad desde el ventanal de mi casa, amanece, se ve brumosa y sucia, la miro hacia abajo con la sensación de poder que me da la altura de mi departamento y la sensación de que soy muy exitoso.

Me pongo mi traje, siempre voy bien vestido a mi trabajo, me gusta que me vean bien vestido. El traje lo plancha una persona de servicio del edificio y lo deja en mi cuarto listo para usarse.

Bajo al garage del edificio y me subo a mi Mercedes, lo que gano me da para darme los suficientes lujos para sentirme un hombre triunfador.

Me llamo Hugo, tengo 41 años. Mido 1’75 uso la cara siempre bien rasurada, soy de piel blanca , ojos y cabello negros desde que me hice el injerto de cabello voy bien peinado a todos lados. No sé qué me convenció de hacerme el injerto de cabello pero fue una gran idea que celebro todos los días.

A las siete de la mañana lucho un poco con el tráfico, me relajo escuchando las noticias y me pongo los lentes de sol para manejar más cómodo. Es un viaje de 40 minutos hasta la oficina, lo tomo con calma.

Tengo mi tiempo medido, a las ocho en punto llego a la casa de mi jefe en donde tiene su oficina, vive en un fraccionamiento campestre rodeado de bosque.

Su oficina ocupa un espacio en la casa pero está aislada del resto de los cuartos, la entrada es por la parte trasera, manejo rodeándola y dejo mi coche estacionado junto a su jardín trasero, debajo de un...