El ritmo incesante del bombeo había llevado a Liam a un umbral donde la realidad se difuminaba, y solo la presencia dominante de Kael existía. En ese instante supremo, donde la tensión y el placer se fundían en un éxtasis agónico, el poder negro de Kael resonó con una declaración que sellaría la posesión, una verdad cruda y visceral que Liam, en su estado de total rendición, asimiló sin titubeos.

"Ahora te voy a dar mi semilla," la voz de Kael, grave y profunda, no era un susurro, sino una orden que vibraba en cada célula de Liam. "Necesito dar fuerte, y tú inhalar nitrito." La instrucción era clara, un pacto compartido en el precipicio del clímax. Liam, su mente nublada por el placer y la sumisión, no solo asintió con un leve movimiento, sino que su espíritu clamó la aceptación. "Sí," su ser gritaba en silencio, "sí, quiero, quiero esto." La comprensión de la diferencia con las imágenes prefabricadas de la pantalla pornográfica era absoluta: no había artificio, no había retirada para el artificio visual. Aquí, la autenticidad del acto era lo único que importaba. Los dos, en un estado de preparación total, en el umbral, listos para la explosión final.

Y así fue. El bombeo continuo de Kael, que había sido una progresión constante, se transformó en una embestida final, una violencia controlada que nacía de la profundidad de su poder. Kael se volvió más violento, no con furia destructiva, sino con la intensidad de una fuerza elemental que se libera sin restricciones. Cada empuje era una oleada de pura potencia, una afirmación innegable de su dominio. La sangre de Liam rugía en sus oídos, su cuerpo se arqueaba en una respuesta incontrolable mientras sentía la totalidad de la energía de Kael descargándose en lo más profundo de su ser.

Al mismo tiempo, justo cuando la intensidad alcanzaba su cénit y Kael dejó todo dentro de Liam con fuerza, el joven obedeció la orden implícita. Con un jadeo que fue a la vez un gemido y un suspiro de triunfo, Liam inhaló los nitritos. La ráfaga de calor se apoderó de su cerebro, disolviendo los últimos fragmentos de su conciencia en una niebla dorada de placer. La sensación de ser llenado por completo, de contener la esencia del poder negro, lo invadió.

Cuando la última pulsación de Kael se calmó, un silencio cargado de significado se instaló. Liam, con la mente aún girando pero el cuerpo rebosante de una nueva energía, sintió una fuerza surgir desde lo más profundo de su ser. Un instinto primario lo impulsó. Con un esfuerzo que nació de la satisfacción y la posesión, Liam se levantó orgulloso. Su cuerpo, antes un lienzo en blanco, ahora estaba impregnado, transformado. No era solo un joven que había experimentado el placer; era un ser marcado, un esclavo que había abrazado su rol y había emergido de la consumación con una nueva identidad. Se irguió, adelante, hacia un futuro donde la huella del poder ne...