Como cada vez que me lo pedía, me dirigía a casa de mi amigo, como buen sumiso, para que descargase sus tensiones en el fondo de mi garganta. Nada suponía que iba a ser de otra forma.
Bien colocado de rodillas frente a el, satisfacía su apetito follador en mi boca con tesón y buen hacer. Sonó mi teléfono, y por motivos de trabajo lo tuve que atender.
Diré que hasta ese momento, mi culo permanecía virgen, había follado, meado, escupido y abofeteado mi boca pero nada más.
En ese momento, aprovechando que no podía resistirme, me agarró del pelo y me hizo tumbarme en la cama boca arriba. Abrió la mesilla, saco lubricante y unto mi culo. Lo siguiente que sentí fue un ardor tremendo en mi ojete..pero que iba a hacer yo más que complacerlo. Sirvan estás líneas de agradecimiento a mi amo, por haberme descubierto el placer anal. Por muchos más.