II.- AMORES PLATÓNICOS

(Estos relatos están basados en parte en fantasías propias del autor, PERO EN UNA GRANDÍSIMA PARTE SE CORRESPONDEN A HECHOS TOTALMENTE REALES VIVIDOS POR ÉL, que parecen sacados de su imaginación pero que de verdad ocurrieron. Viva la vida que te sorprende y enriquece con este tipo de cosas. Lo que es realidad y lo que es fantasía lo dejo a elección del lector. Podéis preguntarme cosas puntuales, que no voy a mentir, pero sí, no sé si lo voy a contestar. Depende de la pregunta. Espero que os guste.)

Eso añadió un registro más en lo que fantaseaba cuando me hacía pajas. Es más, yo creo que se convirtió en el aspecto principal de mis fantasías por aquello del “amor a lo prohibido”.

Cuando tenía 16 años toqué mi primera polla, que me temblaban las piernas, pero no salía huyendo. Los hombres que me gustaban los buscaba en ese momento en el único lugar que conocía; los baños cuando iba al cine, o en un centro comercial que había en Madrid, y me hicieron e hice una paja y mi primera mamada dada y recibida.

A todo esto, yo continuaba con mi vida con las novias para aquí y para allá.

Entre los profesores del Colegio había tres que me volvían loco: Don Juan que nos daba Lengua y Literatura, Don Antonio que era el jefe de estudios de nuestro curso y Don Manuel, el director del Colegio.

Cuando llega el viaje de fin de curso, en tercero de BUP, entre los profesores que viajaban con nosotros a Italia y sur de Francia, estaban Don Juan y Don Antonio.

Yo llevaba un ajedrez magnético y de las muchas horas que pasábamos en el autocar y hablábamos con uno y con otro, descubrí y me encantó coincidir con Don Juan en el amor por el ajedrez.

Nos tirábamos jugando casi todo el tiempo mientras íbamos en carretera en esos 10 días. Los 3 últimos los íbamos a pasar en Roma.

El penúltimo día llovía mucho y pasamos la tarde en una cafetería cerca del Hotel. Don Juan atendiendo a sus responsabilidades y entre medias jugando al ajedrez conmigo. Don Juan era gordito y tenía un trato paternal que me hacía suspirar cuando lo sacaba. Yo, lógicamente, en mi rol de persona divertida y de buen alumno, nadie podía sospechar que para mí no eran simples partidas de ajedrez. Yo soñaba y fantaseaba con los detalles y gestos que Don Juan hacía.

Cuando estoy en el momento más embriagado por él, cometí un error simple, pero Don Juan lo interpretó realmente como era. Tenía la cabeza para abajo mirando el tablero, pero los ojos estaban forzados hacia arriba mirando su pecho, sus manos, su cara. Él se dio cuenta y, no me preguntéis cómo, pero acertó de pleno. Mis ojos estaban reflejando admiración y pasión por el. Fue simplemente un instante, pero él por su gran inteligencia y quizás porque algo hubiese sospechado (o incluso fantaseado) conmigo, cuando le tocaba mover ficha movió incom...