Escrito por: amotael
436 palabras
El invierno mordía la tarde con su aliento helado. Evelin, mi sissy entrañable, unida a mí por un cordón invisible tejido con los años y las vivencias compartidas, había emprendido un viaje laboral lejos de nuestro nido. Sus ojos suplicantes, aferrados a mis piernas en un ruego desgarrador, pedían la renuncia, el abandono de aquella oportunidad. Pero yo, con la certeza de quien guía un destino, le expliqué la sinrazón de dejar escapar aquel horizonte nuevo, instándola a desplegar sus alas hacia su nueva morada.
En la quietud melancólica de esa tarde, mis dedos danzaron sobre la pantalla de Tuamo. Un mensaje, como una tenue llamada en la distancia digital, emergió cerca de mi ciudad: "No tengo experiencia, pero me encantaría que me enseñaras cómo florecer en una relación de sumisión."
Una reticencia inicial intentó silenciar mi curiosidad, pero el aguijón de lo desconocido picó más fuerte. "¿Dónde resides?", tecleé, lanzando la pregunta al éter virtual.
La respuesta llegó como un susurro cercano, revelando una vecindad compartida y un anhelo latente: el deseo de explorar la metamorfosis hacia una feminidad trans, un sueño postergado por la indecisión de los días que se escurrían.
Concertamos un encuentro, un ritual que siempre precedía a mis adentramientos en nuevas pieles. Desconfiaba de los espejismos virtuales, de los encuentros despojados de la realidad tangible. La mayoría de las veces, la búsqueda se reducía a un fugaz encuentro carnal, un intercambio efímero que prefería reservar para la compañía femenina, para el edén sencillo del sexo binario.
Nuestras palabras tejieron un puente de sinceridad. Vanesa se desnudó emocionalmente, revelando un alma ávida de entrega. Así, sellamos el inicio de su transformación, el despertar de la sissy que dormitaba en su interior.
El vestidor se convirtió en un santuario de encajes y sedas. Tangas diminutas, ligueros insinuantes, medias de cristal y tops delicados poblaron su armario, destinados a ocultarse bajo la severidad de su ropa masculina, como un secreto floreciendo bajo la corteza.
El tiempo hilvanó los días y la castidad se erigió como un nuevo umbral. Su entrega como sissy se profundizó, metamorfoseándose en la intimidad de nuestros encuentros privados en una dinámica de poder, donde mis directrices y, a veces, leves castigos, esculpían su voluntad y su rendición.
La verdad es que Vanesa, con su frescura y su entrega, desdibujó la sombra de Evelyn en mi memoria. Lleva ya un tiempo bajo mi égida, pero su evolución aún palpita con la promesa de lo inacabado. Su juventud me susurra un futuro donde su florecimiento podría alcanzar nuevas dimensiones, quizás, el momento de ofrecerla como una flor exquisita al disfrute de otros hombres. Pero esa, como dicen, es otra historia.
EL HALLAZGO DE VANESA
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