Escrito por: gaybondage
1279 palabras
Aquel día estaba sentado en un parque, a lo mío, hablando con un amigo de que estaba buscando piso pero no encontraba nada que se ajustara a mi economía. Al terminar y colgar el teléfono se acercó un chico. Me comentó que él vivía solo, que tenía una habitación libre grande, con Internet, televisor, que tenía derecho a todo el piso, que estaba muy poco en casa, piso muy tranquilo, y que me la daba gratis. Me extrañó lo de gratis, porque no me lo creía.
El chico medía 1.85 casi, pelo castaño, sin gafas y un poco guapo, algo fuerte que brazos que se le venían un par de venas hinchadas, y la camiseta que le quedaba muy bien por todos lados. Yo soy un chico de altura normal, de , 175kg, peso por debajo de 70 kilos, y sí, gratis, me dijo.
- ¿y la trampa?, le pregunté.
Me dijo que era gay, que le gustaban mucho los chicos umisos, que le gustaba mucho atar a los chicos, pero que lo suyo era mucho bondage, ataduras fuertes, mordazas, máscaras, lo de los ojos vendados, y humillaciones en plan juego de roles, y me preguntó si aceptaría ser su sumiso.
Le pregunté por más detalles.
- ¿Te va que te aten? - me dijo.
- No me importa, le dije.
- Pero que te aten quiero decir que te aten bien, con muchas cuerdas y en plan duro. Me va lo de que estés incómodo y que te aprieten y te molesten las ataduras y que no te puedas mover y que te pases horas atado y este rollo.
- Que sí, le dije otra vez.
- ¿Y las vendas? ¿Lo de los ojos vendados te pone? ¿Te dejas tapar los ojos? Le hice un suspiro y que sí con la cabeza y me reí, porque me parecía cómica la situación.
- ¿Y mordazas? Lo podía probar. Reconocía que había visto fotos con cinta de precintar amordazados, y me llamaban la atención.
- ¿Y qué te humillen? Soy muy simple, me contó. No me va que te pases media hora con lo de sí amo. Lo que quiero es que me veas como un chico malvado que te hace sufrir y no como tu amo. Humillarte es cosas que te hagan vergüenza o que estés incómodo con eso.
Después de media hora de hablar , fuimos ese día a ver el piso.
- Ponte la venda - me dijo sacando una venda de su mochila.
No sé por qué lo hice. Me comentó que no quería que viera donde estaba el piso, y me pareció gracioso el juego. Me puse de pie, y me dijo que no, que me sentara. Me sacó las zapatillas, los calcetines, y me colocó unos zapatos de tacón femenino, que sin verlo sabía que eran de tacón muy fino de aguja y muy alto. No era mi número, pero casi. Me apretaban. Yo no había andado nunca con zapatos de tacón, y no sabía andar.
- Yo te guío.
Andamos apenas 200 metros, pero creo que tardamos diez minutos hasta su coche. Apenas hablamos el rato conduciendo, y sólo dijo un "ya hemos llegado" cuando aparcamos.
- Cuando entres y cierre la puerta, quiero qu...
atado y amordazado en la habitación
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