Escrito por: Pecuecudo
688 palabras
El día del encuentro, llegué muy temprano a su departamento. Él era el un hermoso hippie de cabello largo y grasoso, piel morena, muy delgado y velludo. Su habitación estaba sucia y desordenada, tenía atrapasueños colgados del techo, carteles de dioses hindúes, cristales, pirámides, y otras muchas cosas por el estilo. Por el suelo había basura, platos sucios, latas de cerveza y mugre de todo tipo.
Ambos teníamos mal aliento, porque habíamos convenido en no lavarnos la boca. Comenzamos a besarnos suavemente, apreciando el apestoso olor, mientras nos íbamos calentando cada vez más. Yo le besaba la barba, que la tenía relativamente larga, y se la llenaba de saliva.
Él tenía puesto un pantalón ancho de hippie y un suéter de lana, ambas prendas muy sucias, con olor a sudor y mugre. Rápidamente se las quitó. Debajo del pantalón no tenía ropa interior, así que quedó completamente desnudo, excepto por unos calcetines de lana, rotos y desgastados.
Yo también me desnudé y fui el primero en tirarse un pedo, sonoro y apestoso. Él me puso rápidamente un dedo sobre el ano, para alcanzar a capturar el olor, y luego se lo llevó a la nariz y a la boca.
Yo le di la vuelta, le abrí fuertemente las nalgas con mis manos, y observé su ano peludo. Enseguida le pedí que se tirara una flatulencia. Hizo un poco de esfuerzo, pujó y finalmente expulsó un largo pedo. Entonces me acerqué, y a pesar del olor repugnante y podrido, pudo más la calentura e introduje mi lengua en ese ano peludo y palpitante.
Entonces él me dijo: "Expulsar un gas intestinal es como hacer una explosión cósmica. Es una práctica muy espiritual." Yo le dije que tenía toda la razón. Luego puso música hindú y nos echamos en la cama.
Enseguida comenzamos a olernos y besarnos los pies. Me di cuenta de que llevaba puestos los mismos calcetines por varios días, tal vez semanas, pues tenían un fuerte olor que aspiré profundamente. Luego se los quité y comencé a besarle y lamerle los pies, mientras él hacía lo mismo con los míos. Tenía las uñas un poco largas, y muchos pelos en los dedos.
Después de estar un rato así, le acerqué mi verga a la cara y me descorrí el prepucio. La cabeza de mi verga estaba sucia de smegma, no mucho pero suficiente para calentarlo. Primero comenzó a oler con algo de asco, pero poco a poco se animó a pasar su lengua por el smegma, hasta que finalmente comenzó a mamar, cada vez más fuerte.
Terminó mamando tan fuerte, que le dieron arcadas, y al darme cuenta, lo tomé del cabello y lo forcé a que siguiera mamando con fuerza, hasta que sus arcadas se intensificaron y terminó vomitando. No vomitó demasiado, pero fue suficiente para que fuera maravilloso. De sus ojos salían lágrimas, y de su nariz un poco de mocos. El vómito era amarillento, contenía pedazos informes de comida, y se resbalaba desde mi verga hasta caer en las sábanas y cobijas.
Lo dejé descansar un poco y l...
Suciedad y espiritualidad con un hippie
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