Como ya he contado en algún relato anterior, yo vivo con mi esposa Cecilia, 17 años menor. Tenemos una relación abierta, en la que yo no puedo tener relaciones sexuales con ella ni con ninguna otra mujer, mientras ella tiene absoluta libertad de mantener relaciones sexuales con quien quiera. Conmigo ella es muy dominante y extremadamente cruel en su trato denigrante. Fue ella quien me inició en la esclavitud y me condicionó para servir hombres. Le encanta ver las marcas en mi cuerpo que me dejan. Pero con otros hombres y mujeres es muy sumisa.

El año pasado comenzó una relación con un Hombre, un Amo de la misma edad que ella, mucho más joven que yo. Muy perverso. El asunto es que el 18 de marzo, dos días antes de que comenzara la cuarentena en Buenos Aires, mi esposa me comunicó como si nada, que el Amo Bruno, así se llama, había decidido pasar la cuarentena en casa.

Por supuesto que fue un shock. Ella ha traído a sus amantes muchas veces a casa, pero nunca algo así. yo estoy acostumbrado a aceptar mi lugar y en realidad hace años que siento que mi casa no es realmente mi casa, sino la casa de ella, y doy las gracias de que me permita seguir acá, viéndola bellísima como es, aunque no pueda tocarla. La presencia del Amo Bruno en casa tampoco afectaría demasiado el orden, porque yo desde hace bastante no duermo con mi esposa, y lo hago en una pequeña habitación,al lado de la cocina. Obviamente, no necesitaba preguntarlo el Amo Bruno dormiría con mi esposa, aún cuando en casa hay una habitación de huéspedes disponible.

El día anterior al inicio de la cuarentena, mi esposa apareció desnuda, con tacos muy altos y medias negras con liguero, con los labios pintados de un rojo brillante y los ojos maquillados en negro. No pude evitar pensar en una puta. Entonces ví como se colocaba un collar de cuero negro con una argolla y una inscripción que nunca había visto: "esclava cathy".

Instantes después sentí llaves en la puerta de entrada. Era el Amo Bruno que llegaba a casa con una valija. Sin siquiera mirarme agarró a mi esposa del cabello y la obligó a arrodillarse y a chuparle Su Pene. La situación fue muy violenta para mi. No supe qué hacer y me quedé ahí parado viendo como maltrataba a mi esposa y la trataba peor que a una cualquiera, abofetéandola, diciéndole cosas terribles y sin darle siquiera tiempo a respirar, hasta que se descargó entero con un bramido animal que me dejó helado. Apenas pude reconocer a mi esposa en ese animal que chorreaba baba y semen, con la cara negra por el rimel corrido, que permanecía arrodillada mirando a Su Amo, como una gata recién inseminada. Yo había visto en otras oportunidades como era cogida mi esposa por algunos de sus amantes, pero nunca así. Me invadió el mismo sentimiento de impotencia y consciencia de mi condición de no hombre con el que vivo desde hace años, pero multiplicado por mil. Cómo si todos mis años de es...