LOS VESTUARIOS DEL GYM (I)

Todos sabemos que los vestuarios son la gran fantasía de muchos y que en algunos gimnasios hay más vida dentro de los mismos que en una sauna gay un sábado noche.

Desde hace unos años, voy a un gimnasio que está en el centro de Madrid. Una de esas grandes cadenas que tienen sauna en el vestuario y claro, Madrid centro y sauna… el perfecto caldo de cultivo para el morbo entre tíos.

En varias ocasiones, tras terminar de hacer deporte, he ido a la sauna a relajarme y he acabado haciéndome un pajote viendo a otros tíos haciéndolo pero sin más. Calentón de ver tanto tío en bolas y para qué irse a casa con los huevos cargados, así uno sale más relajado del gym. Sin embargo, un día, el calentón era supremo y el morbo llegó a límites que nunca pensé que llegaría a tener en un gym.

En una clase colectiva de las que se hacen con pesas para trabajar todo el cuerpo, me puse justo detrás de un tío con el que ya había tonteado en la sauna tiempo atrás. El tío, alto y con buenas piernas, llevaba un short de running que poco dejaba a la imaginación, lo que, sumado a ciertas posiciones, me plantaba en la cara un panorama la mar de interesante. Nunca pensé que hacer fondos podía ser tan entretenido y es que a cada bajada podía ver cómo su abundante paquete rebosaba por los lados del calzón que lleva incorporado el pantalón que llevaba. Me estaba poniendo a mil y sólo deseaba que acabase la clase para meterme con él en la sauna.

Cuando salí, me dirigí al vestuario, completamente empapado y oliendo fuertemente a sudor. Al entrar, todo estaba tranquilo y parecía no haber nadie, sin embargo, al girar un recodo de taquillas donde yo tenía mis cosas, me encontré con un tío al que no había visto nunca, pero que sin embargo, me sonaba conocido. Se trataba de un macho fibrado, de en torno a 1,85 de alto, rapado, ojos azules y barba rubia. Su cuerpo estaba cubierto de una espesa pelambrera de un rubio tan claro que parecía casi lampiño de lejos. El maromo estaba rebuscando algo dentro de su bolsa de deporte y tan solo llevaba puestos unos calcetos Adidas Solid blancos y un suspensorio Pump negro que marcaba un gigantesco bulto. Se notaba a la perfección un enorme rabo de carne, con un gran glande.

Su taquilla estaba junto a la mía, por lo que podía oler su intenso aroma a sudor de macho mientras se quitaba los calcetos y los arrojaba a una bolsa de plástico situada sobre el banco y a continuación, mientras me miraba (y yo le sostenía la mirada), se bajó lentamente el gayumbo dejando salir el enorme rabo de color claro, cubierto de gruesas venas y rematado por un recortado seto de pelo rubio cuya forma estaba muy bien cuidada. Yo me sentía intimidado ante semejante hombre y herramienta, pero no podía apartar la vista, ante lo que él los dejó caer hasta los tobillos con una sonrisa delatora, los subió con un pie hasta su mano, los olió y los lanzó a la bolsa, ...