Escrit per: Switchpoblano
Ser un hombre de 42 años y empinarse para recibir nalgadas es, para mi, un acto de mucha humillación. Muchas veces, mientras mis nalgas están recibiendo dolorosos azotes pienso que soy libre de pararme y de irme, o de protegerme y defenderme, y aún así me quedo en la misma posición, sintiendo dolor, la humillación de ser golpeado a veces por hombres mucho más jóvenes que yo, muchas veces por cometer una falta, otras para darle placer al Hombre que me está usando...
La primera vez que recibí un castigo fue con un Amo que ha sido mi mentor y entrenador desde hace mucho tiempo. Fue la primera vez que sesionamos. Llegué 20 minutos tarde al lugar de la cita, una falta imperdonable para muchos, no había sido intencional, el metro se había parado varías veces y se fue haciendo tarde.
Aún así, aprendí aquella tarde a tener más atención en la hora de las citas. El Amo me hizo lamer sus botas, acostado completamente en el suelo húmedo del privado de un baño público.
Con una tira de cuero me golpeó fuerte las nalgas, me informó que me daría una nalgada por cada minuto tarde, empecé q contarlas: una Amo, gracias Amo... dos Amo, gracias Amo... desde el primer azote me quedó claro que aquello era un correctivo, eran golpes secos, duros, fuertes, sin duda infringidos para que yo entendiera la lección.
En el número 17 me confundí y me salté al 18... el Amo se rió y me ordenó volver a comenzar la cuenta. Cuando llegamos al quince le supliqué que se detuviera y se detuvo, después arrodillado entre sus piernas me hizo reflexionar sobre la terrible falta ¿qué clase de esclavo mediocre hace esperar a un Amo veinte minutos? Si el tiempo del Amo es por mucho superior al del esclavo.
Un año después, me hice acreedor a un nuevo castigo, el Amo estaba muy molesto, me puso en cuatro entre sus piernas y empezó a azotarme las nalgas muchas veces, yo sabía que merecía ese castigo, es una sensación muy dolorosa saber que has fallado y que aquel dolor que estás recibiendo no solo es Justo sino necesario, para expiar tu falta, para aprender la lección, para recordar quién es el Amo... aquella fue la primera vez que tomé un castigo completo, como lo que era, un castigo, una dolorosa lección. Acto seguido, con mi orgullo destruido y mis nalgas coloradas supliqué muchas veces su perdón, demasiadas, hasta que el Amo se hartó y me dijo que me perdonaba.
Entonces tenía 27 años, todavía muy inexperto y sin el suficiente dominio sobre mi cuerpo para poder entregarme a un Amo como se merece.
La primera vez que me di cuenta que contraía mis nalgas ante la tortura fue con un Dom algunos años mayor que yo. Desde que nos vimos en el punto de reunión le dije que necesitaba orinar pero no me permitió hacerlo hasta que el diera la orden. Me amarró a la regadera del baño y me dijo que tenía 5 segundos para empezar a orinar, si no lo hacía me metería ...
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