FIESTA DE YEGUAS Y SEMENTALES

La búsqueda.— En los últimos tiempos no he estado afortunado con mis Amos. Bien es cierto que siempre ha sido culpa mía y Ellos, hartos de mi falta de entrega, me han dejado de lado, con toda seguridad a la busca de otros esclavos más idóneos. Por eso, he tomado la decisión de corregirme y no recaer en estos errores que sólo me han llevado al disgusto conmigo mismo. He decidido poner un anuncio en una página de contactos especializado en relaciones Amo/sumiso y ofrecer a quien me contacte la seguridad de que va a obtener todo lo que busca. “Esclavo sumiso se ofrece a Amo estricto bajo contrato que le obligue a cumplir unas condiciones a acordar”.
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La cita.— Hoy, apenas dos días después de haber publicado el anuncio, he recibido el mensaje de un Amo al que no conozco. Sobre todo me parece interesante, porque más que una propuesta ha sido una orden para ponerme a su disposición, y esta tarde me encontraré con Él en donde me ha indicado. Él llevará un borrador del contrato, y yo procuraré ir preparado por si llegamos a un acuerdo y quiere hacer uso de mí inmediatamente. Meteré en una cartera el collar y la cadena de perro, pinzas, algún cockring una talla más pequeña de la que yo suelo usar por si quiere trabajarme los genitales, lubrificante y una ropa interior que pueda desgarrar sin demasiado esfuerzo. No me atrevo a nada más puesto que desconozco sus gustos, pero al menos quiero dejarle una puerta abierta para que me pruebe. Por mi parte, debo comportarme como un sumiso experimentado. No le miraré a la cara, estaré siempre oferente, no me moveré si no recibo la orden y sólo hablaré si me pregunta.
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El contrato.— El encuentro ha ido bien. He sido puntual a la cita e inmediatamente después del saludo, retrasado tres pasos detrás de Él, hemos cruzado la calle hasta una cafetería situada enfrente del sitio de contacto.
He aceptado la totalidad de los términos del contrato, pues el Amo ha establecido el mejor control posible en este tipo de acuerdos: una palabra clave para detener la acción que no es asumible por el esclavo, aunque ya he aceptado desde este mismo momento que procuraré hacer el mínimo uso de ella mientras yo pueda resistir el desarrollo de los acontecimientos en los juegos erótico, sexual, o de dominio. Sobre los términos del contrato, otro día los enumeraré con detalle, pero algunos de ellos podrán ser reconocidos en los aspectos que estoy tratando en esta crónica.
Él ha jugado con ventaja (fue la primera señal que me envió como Amo) pues, tras presentarnos, cada uno actuando en el papel que nos correspondía, y sentarse él ante un café me ha permitido sentarme, aunque sin pedir nada para mí. Como un esclavo que procura ser invisible, casi un objeto, en la presencia de su Amo, le obedezco con las piernas retraídas debajo de mi asiento para indicarle que el territorio es suyo. Me ha corregido inmediatamente ordenándome que ade...