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3101 palabras
Hugo Heredia,
Día de descanso semanal
10, 11 de agosto de 2018
No puse despertador. Era viernes y no tenía que trabajar, así que cuando mis ojos abrieron y vieron que en el reloj aparecieron las 14.32 no me preocupé. Solo tenía que comer, y por la tarde ir a pillarme un móvil con el dinero que le quité de la cartera al poli que me follé y até en el reparto y que aún me ponía el rabo duro.
Ah espera, si todavía no os he contado lo que ocurrió después de que me pirara del almacén dejando al segurata y al niñato con el cepo en el rabo. Para resumirooslo un poco, porque no hay nada relevante que os pueda interesar, le puse unos ojitos de cordero degollado a la morena que me atendió algo crispada en el corte ingles después de ponerme verde por llegar horas tarde. Pero es que pocos se pueden no derretir con mis ojos verdes mirando fijamente y postura de niño chulito.
Para cuando quiso darse cuenta estaba tonteando conmigo y casi pidiéndome perdón por haberme chillado al llegar. Ya sabes, una caída de ojos, atusar un poco mi pelo, y mostrar un poco de músculos haciendo que se me levanta la camiseta sin querer hizo que la tuviera mansa, mansa en menos de 12 minutos. Le di mi número de teléfono para que me llamara. Bueno, se lo di cambiando el último número. Los coños me dejaron de interesar cuando cumplí los 12. Y antes solo había visto uno para putear a claudia, una repipi de primaria.
Total que le convencí para que no dijera nada a mis jefes y no me la cargara, y a cambio la llevaría a cenar algún sitio precioso. Que llame, que llame… jajaj
El resto de la tarde más paquetes, más gente insufrible que no sabe esperar cinco minutos, más sextos pisos sin ascensor.
Total, que en cuanto pude llegar a casa me puse cómodo, una camiseta blanca de hotel que uso de pijama y unos gayumbos nuevos que no estuvieran sudaos, pero antes de tirar los usados a lavar ritual: me los saqué y frente al espejo me puse de rodillas, me acerqué los gayumbos a mi cara y aspiré profundo hasta casi perder la visión. Uno de mis morbos ocultos.
La polla se me hinchaba de golpe al oler unos buenos gayumbos currados, esos que has sudado todo el día y se vuelven algo amarillentos por el calor. Esos que reciben liquido preseminal casi continuo de estar cachondo cada poco tiempo, esos que cuando vas a mear las ultimas gotas siempre caen dentro. Esos eran mis preferidos. Una vez me dormí con unos encima de mi cara, unos de de un tirarrón de gym que robé en vestuarios.
Pues aspiré profundo varias veces, relamí la parte interior del gayumbo, miré a la imagen que se estaba reflejando en el espejo y no aguanté la mirada ni tres segundos. Esa puta que se reflejaba no era la que la gente conocía. Era un tío bueno, chulo y prepotente, de rodillas esperando a una sola orden para correrse.
Agité la cabeza y me levanté...
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