Mi nombre es Aaron Edwards. Soy un tipo atractivo y sexy que parece una mezcla entre Johnny Depp y Ashton Kutcher, la única diferencia es que tengo 17 años. Celoso, ¿verdad? No es un secreto que la mayoría de las chicas (e incluso algunos chicos) les gusto. Siempre me felicito por mi grueso cabello castaño, mi físico sexy. Disfruto la atención, pero nunca dejo que ninguno de ellos me vea desnudo. Es un privilegio reservado para mí y para unos pocos elegidos a quienes elegiré en el futuro.

Ahora estoy en el mejor año de la escuela, un festín de perdedores, Incluso los maestros lo son. Todos usan el mismo uniforme a juego, que incluye pantalones elegantes negros, zapatos negros y calcetines, una camisa blanca, una corbata roja con el emblema de la escuela en la parte delantera y una chamarra que, como la corbata, es de color rojo oscuro. Tiendo a usar calzones clásicos, siendo mi tipo de ropa interior favorita. En el uniforme no me veo tan impresionante como en mi ropa normal, pero me veo mejor que la mayoría de la gente en la escuela.

Estar en mi posición me da una ventaja sobre los niños más pequeños en los años inferiores, y uso esa ventaja tanto como puedo. ¿Cómo lo hago, preguntas? Humillo a los alumnos frente a sus amigos.

Soy famoso por las diferentes formas en que intimido a los otros estudiantes, pero nunca se quejan porque saben que haré algo diez veces peor. Me da una ráfaga de poder tener tal reinado sobre los muchachos patéticos. Debe ser lo que un rey siente por su gente.

Intento ser creativo en la forma en que humillo a los niños más pequeños. Un niño llamado Toby, estaba en el baño un día, listo para tomar una meada. Me puse detrás de él y forcé sus pantalones hasta el fondo y sus calzoncillos blancos de nuevo, cubriendo su polla. Lo hice pararse frente a uno de los urinarios y lo obligué a que se mojara con su ropa interior. Mojando la tela y goteando por sus piernas desnudas. Otro chico llamado Roger, estaba caminando por el pasillo después de horas (acababa de salir de detención). Lo obligué ponerse en las perchas de ropa que se usaban para colgar bolsas y abrigos. Lo obligué a desnudarse por completo y tome sus calzoncillos rojos brillantes. Arranqué un agujero en el área de la entrepierna y le hice volver a ponérselos. Él lo hizo y, como yo esperaba, su pequeño miembro y bolas salieron del agujero. Con la velocidad de un experto, até sus manos con su corbata y lo levanté por su ropa interior, susurrando '¡Calzón chino!' En su oreja, luego lo colgué por la cintura en uno de los ganchos, haciendo que la ropa interior se estire y profundice más en su culo. Por último, coloqué un suspensorio viejo encima de uno de los casilleros cercanos en su boca abierta y tomé fotos en mi teléfono. Se veía tan patético, su cuerpo balanceándose, sus piernas pateando y su flácida polla ondeando. Lo dejé allí para que lo encontrara el cuidador, ad...