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Mi novio y yo habíamos buscado por Intenet hacer algún curso de algo diferente a la universidad, y nos pusimos a buscar por la red entre los dos. Buscábamos primero cursos en línea cuando me encontré con una clase que me llamó la atención, porque ponía que era un curso de bondage. Me sonaba a mí a algo de tendencias sexuales eróticas, y se lo comenté a mi novio.
Rápidamente, y sin pensarlo mucho, enviamos un email preguntando a la dirección que había. Nos dijo que daba las clases los fines de semana, y tontería por aquí y por allá nos cambiamos tres emails y ya al sábado siguiente acudimos a la dirección.
Íbamos en realidad para mirar. Aquello era un local que por encima era un local normal, de cursos, con una mesa tipo secretaria y un chico sentado que se podía ver desde la calle, y poco más. Pero el local tenía una segunda parte, que era una planta sótano cerrada, sin ventanas pero que comunicaba con el garaje por unas tres escaleras. El garaje, se ve, era la puerta de al lado.
Casi no podíamos esperar para ver lo que esta clase traería. Además la queríamos con intimidad, no con más gente porque eso es más fácil, y en realidad aquel día estábamos solos en el local, y el chico nos ofreció una demostración.
El chico nos habló sobre las expectativas de mejorar nuestra vida sexual, pero en realidad yo no le escuchaba mucho. Estaba más concentrada en las miles de cuerdas que habían en gruesos y voluminosos rollos colgando de una barra en la pared, y me preguntaba para qué tantas cuerdas. Pero también pensé que sería parte del morbo, y allí estaba pensando cuando el chico nos preguntó quién de los dos quería ser atado para ilustrar el curso.
Preguntó si quería él, mi novio, y le dijo para estar tranquilo que el bondage no es para avergonzar a nadie, que no se tenía que sentir incómodo, pero simplemente era una sugerencia si no quería. Mi novio le dijo que vale, que ningún problema, y se quitó la camiseta para así sentir el tacto de las cuerdas, tal como le había explicado el chico.
Cogió cuerdas, y me las dio a mí.
- “Atalo tu” – me dijo.
Aquello me pareció que esa clase iba a ser divertida. Ya que había visto a algunas personas en otros vídeos por Internet, y le dije que a mí no me importaba. Pensaba también que a quién no le encantaría tener a su novio atado para su placer? El único problema es que quería atarlo bien atado, le dije, que no se me escapara, se lo dije entre risas, y me dijo que por eso no me preocupara.
Recuerdo que el chico me miraba con mucho deseo. Yo llevaba una camiseta sin mangas blanca que no me tapaba el ombligo, y tan ceñida que marcaba los bordes de encaje negro de mi sujetador. Llevaba una falda corta, ni mucho mi poco, con tacón de aguja negro de unos seis centímetros que algo sabía andar, y me había peinado para ir bien guapa.
Entre sus miradas y sus órdenes, yo iba pa...
Pareja atada en un curso de bondage - Historia bisex -
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