Escrito por: Esclavomex
2732 palabras
¿Qué es la dignidad? Esto es lo que me pregunté hace mucho tiempo, me lo sigo preguntando y seguramente, me lo seguiré preguntando. Miro impaciente en el diccionario. Busco la d, luego la i, y en cuanto veo la g la encuentro. Dignidad: La dignidad se basa en el reconocimiento de la persona de ser merecedora de respeto. Según esta definición de tal palabra, está claro que mi dignidad es nula. ¿Pero a quien le importa? Tengo una vida normal, estudios, novio. Menos mal que todo es relativo. Tengo dignidad para mis padres, para mis profesores, y para mi novio. Pero en cambio, no para Juan, ni Manuel, ni Víctor ni Ángel. Viva la relatividad. Si no llega a ser por ella, ya estaría perdido.
-¿Oye, quedamos después de clases y te ayudo con las matemáticas?- me preguntaba Antonio, mi querido novio desde hace más de año y medio mientras me acariciaba el brazo con una mano y me cogía la mano con la otra.
-Me parece bien- dije con una sonrisa-. Los exámenes finales están cerca y aún voy muy mal, a ver si contigo me pongo las pilas.
En ese momento sonó el timbre, cuyo significado era claro: empezaba la siguiente clase.
Antonio se acercó a mi oído y me dijo:
-Si al final te salen bien te hago una cosita- me dijo. Luego me besó y se fue a su clase, de un curso más adelantado que el mío.
Que puedo decir de Antonio, es alto, guapo, saca buenas notas… un ángel. Y yo para él soy… lo mismo, así que le devuelvo la sonrisa que me manda y yo me voy mi respectiva clase, casi a la otra punta del centro.
Mientras me dirijo a la clase de historia, alguien me coge de la mano y me da la vuelta violentamente. El Ángel, el moro. O medio moro. Mi dignidad cayó hasta tocar fondo. Ya no había nadie en el pasillo, pero siempre pasaba alguien, así que me llevó a los lavabos. Pasé de ser alguien respetado y amado, a ser alguien que no valía una mierda y que era pisoteado.
-¿Qué es lo que quieres, Ángel?- pregunté incómodamente- Tengo clases, y tu también.
-Me ha entrado el calentón- me decía mientras me manoseaba el culo y me lamía el cuello con fiereza. Se notaba que estaba excitado.
Yo no tenía ganas de hacer nada, pero cuando el moro quiere algo, hay que dárselo rápidamente, más vale no hacerle enfadar. Me hizo sentarme en el váter, mientras él se bajaba los pantalones hasta los tobillos, al igual que los calzoncillos, liberando aquella polla que parecía más grande que la otra vez. El tufo que desprendía era aun peor. Rápidamente cogí la polla e intenté alejarla de mí, mientras no podía evitar arquear con violencia.
Ángel es… bueno, es Ángel. Al principio me sonó raro su nombre teniendo en cuenta su procedencia, pero al saber que su padre era español, dejé de "preocuparme". No sé cómo empezó a follarme, o como empecé yo a ser sumiso con él, pero lo cierto es que Ángel me pone, y me encanta cuando ...
Historias de un sumiso
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