FUSTA

Mi Amo tiene una polla enorme. Fusta.

Mi Amo es el más macho. Fusta.

Mi Amo es muy dominante. Fusta.

Mi Amo tiene un nombre femenino... Fusta.

Cuando hago algo que no le gusta sé lo que me espera. Fusta.

Cuando está contento conmigo, sé cual será mi premio. Fusta.

La fusta no es igual cuando premia que cuando castiga. Cuando me premia la fusta es un calor que satisface mi ser y que colma mi existencia, un confortable recuerdo del deber cumplido. Cuando la fusta me castiga es más que un dolor. Es un latigazo que hiela mi alma y me hace temer la pérdida de todo cuanto tengo, de todo cuanto deseo.

Mi Amo es Fusta y yo, en el fondo, soy fusta. Quiero fusta. Vivo fusta. Quiero a Fusta. Vivo por Fusta.

Las marcas en mi piel son el precio de mis pecados y el desprecio por mis ofensas. Las marcas en mi piel son el carmín de los besos de un amante prohibido y las uñas apasionadas que se clavan en ella. Las marcas en mi piel son el recuerdo de los momentos en los que en verdad existo.

Estoy desnudo, de pie, firme, con la mirada al suelo. Él está sentado viendo la tele. Hay anuncios. Pregunto si quiere algo de beber. Contesta que no. Me giro, me arrodillo y le ofrezco mis nalgas. Me azota sin ganas, bostezando. Los anuncios le aburren. Llevamos toda la tarde así. No me importa. Estoy aquí para servirle.

La pausa publicitaria es demasiado larga para Fusta. Apaga la tele y deja de azotarme. Me ordena que me ponga de rodilla y me de la vuelta. Obedezco. Mis nalgas descansan y mi alma se enorgullece de poder servir a mi Amo. Sé que está contento conmigo cuando me deja besar la fusta. La beso. Me azota en un pezón. Grito. Pone cara de disgusto. Le ofrezco mis nalgas para que se desahogue. Me da 10 fustazos y me ordena que vuelva a mirarle. Me arrodillo ante él y beso la fusta. Azota de nuevo el mismo pezón. No puedo contener el grito. Me dice que me ponga de pie. Obedezco. Se coloca detrás mio y golpea mis genitales con la fusta. El golpe llega desde abajo, entre mis piernas, y cuando me toca ha perdido ya parte de su fuerza, pero mis testiculos depilados se estremecen. Vuelvo a arrodillarme. Beso su fusta. Me azota en el mismo pezón. Aguanto. Azota de nuevo el pezón. Aguanto. Azota una vez más el pezón. Aguanto.

Me ofrece su fusta. La beso. Me azota en el otro pezón...

La fusta no es igual cuando premia que cuando castiga. Cuando me premia la fusta es un calor que satisface mi ser y que colma mi existencia, un confortable recuerdo del deber cumplido. Cuando la fusta me castiga es más que un dolor. Es un latigazo que hiela mi alma y me hace temer la pérdida de todo cuanto tengo, de todo cuanto deseo.