Mientras me dirigía al despacho del abogado iba pensando en todo lo que me había pasado en este día y no podía dar crédito de todo lo que había acontecido: me habían despedido y a sugerencia mía me quedaba sin finiquito ni paro, me había ofrecido para que mi jefe me humillara, me diera una paliza y que usara mi boca como si fuera un cubo de basura o su retrete.

Y me había encantado. Nunca en mi vida había disfrutado tanto. Definitivamente este era mi día de suerte y aún no se había acabado porque faltaba por ver que me tenía preparado el abogado de don Javier. Cuando llegué me abrió el propio don Manuel, me sorprendió que no me recibiera una secretria pero después me dí cuenta que estaba preparado para recibirme a solas.

-¿Qué desea?

-Hola, don Manuel, soy David, me manda don Javier para firmar la baja voluntaria.

-¡Ah! sí, pasa, no te había conocido sin la cara llena de mierda. ¡Joder, que feo eres cabrón!

-Muchas gracias don Manuel, estoy a su servicio.

-No, no es que estés a mi servicio, es que vas a ser mi servicio.

-Gracias don Manuel, lo deseo tanto...

PLASS.. la hostia que me pegó casi me tira de espalda.

-Desnúdate perro y arrástrate por el suelo. En mi presencia siempre te arrastrarás como un puto gusano.

Don Manuel se sentó en su mesa y mientras me desnudaba me fijé más atentamente en su figura. Debía tener unos 55 años, calvo, barba blanca, 1,80 aproximadamente y con una prominente barriga cervecera. Una vez estuve desnudo me tumbé en el suelo y me puse a reptar como una serpiente hasta llegar a sus pies. Allí firmé el documento y se lo entregué.

-Joder, como te ha dejado la espalda Javier. Lo has disfrutado?

-Mucho, Don Manuel, cada cintazo era un paso más al paraiso pero lo más importante es que don Javier ha disfrutado muchísimo.

-Pues ahora voy a disfrutar yo- dijo mientras se quitaba el cinturón- Prepárate que te voy a dejar para el arrastre.

-Sí, don Manuel, deme usted fuerte y disfrute con mi dolor y mi sufrimiento, se lo merece.

El cinturón empezó a caer con fuerza en mi espalda, el culo, las piernas, el dolor se mezclaba con el calor que sentía en todo el cuerpo pero sin embargo algo parecía que no le gustaba a don Manuel.

-Joder, ¡que mierda! Javier te ha dejado la espalda tan marcada que no se notan los correazos que te doy. ¡Vaya mierda!

-¿Puedo proponerle algo don Manuel?

-Por tu bien que sea algo con sentido.

-Podría ust...