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En una sala de masajes lujosa y relajante, un fornido oso de...

En una sala de masajes lujosa y relajante, un fornido oso de 45 años, con una barba espesa y cabello oscuro, se encuentra vestido con una simple toalla, que resalta su físico atlético y su buen paquete. Su rostro, serio y dominante, esconde una personalidad de Amo experimentado. 

Sobre la camilla de masaje, un maduro de 64 años yace relajado, con el cuerpo tonificado por años de ejercicio y una mirada que refleja una mezcla de curiosidad y sumisión, desnudo y boca abajo como debe ser. Su cabello grisáceo y barba bien definida le dan un aire de distinción, pero también hay una vulnerabilidad en su expresión que sugiere una búsqueda de algo más allá del simple alivio del estrés.

El masajista, con movimientos firmes y seguros, comienza a trabajar sobre el cuerpo del maduro, aplicando técnicas de masaje que parecen tener un efecto hipnótico. A medida que las manos del masajista recorren la piel del maduro, este comienza a relajarse profundamente, sus ojos se cierran y su respiración se vuelve más lenta y profunda.

Sin embargo, el masajista tiene una intención oculta. Con una voz baja y suave, pero llena de autoridad, comienza a hablar, sus palabras son un flujo constante de sugestiones hipnóticas diseñadas para despertar una parte profundamente oculta en el maduro. La voz del masajista es como un abismo, profunda y oscura, y el maduro se siente siendo吸ido hacia ella, perdiendo gradualmente su sentido de identidad y resistencia.

A medida que la hipnosis profundiza, el maduro comienza a transformarse. Su cuerpo se vuelve más flexible, su mente más receptiva, y su espíritu más sumiso. El masajista, ahora completamente en control, guía al maduro hacia un estado de sumisión total, donde este se convierte en su perra sumisa, dispuesta a obedecer cualquier orden sin cuestionar.

La transformación es completa cuando el maduro, ahora completamente bajo el control del masajista, se pone a cuatro patas, su cuerpo temblando ligeramente mientras jadea con una mezcla de miedo y excitación. El masajista, con una sonrisa de satisfacción, acaricia la cabeza del maduro, ahora su perra sumisa, y le da órdenes en un tono suave pero firme, asegurándose de que entienda su nuevo papel y las expectativas que conlleva.

La escena es de una intimidad y sumisión extrema, con el masajista ejerciendo un control total sobre su nuevo compañero canino, explorando los límites de la dominación y la sumisión en un juego de poder y placer. La sala de masajes, una vez un espacio para el relajamiento y el bienestar, se ha convertido en un territorio de exploración de los deseos más profundos y oscuros, donde las barreras de la sociedad y la moralidad se desvanecen ante la llama de la pasión y el control.

Creado por: Barullo

ayer

En una sala de masajes lujosa y relajante, un fornido oso de 45 años, con una barba espesa y cabello oscuro, se encuentra vestido con una simple toalla, que resalta su físico atlético y su buen paquete. Su rostro, serio y dominante, esconde una personalidad de Amo experimentado.

Sobre la camilla de masaje, un maduro de 64 años yace relajado, con el cuerpo tonificado por años de ejercicio y una mirada que refleja una mezcla de curiosidad y sumisión, desnudo y boca abajo como debe ser. Su cabello grisáceo y barba bien definida le dan un aire de distinción, pero también hay una vulnerabilidad en su expresión que sugiere una búsqueda de algo más allá del simple alivio del estrés.

El masajista, con movimientos firmes y seguros, comienza a trabajar sobre el cuerpo del maduro, aplicando técnicas de masaje que parecen tener un efecto hipnótico. A medida que las manos del masajista recorren la piel del maduro, este comienza a relajarse profundamente, sus ojos se cierran y su respiración se vuelve más lenta y profunda.

Sin embargo, el masajista tiene una intención oculta. Con una voz baja y suave, pero llena de autoridad, comienza a hablar, sus palabras son un flujo constante de sugestiones hipnóticas diseñadas para despertar una parte profundamente oculta en el maduro. La voz del masajista es como un abismo, profunda y oscura, y el maduro se siente siendo吸ido hacia ella, perdiendo gradualmente su sentido de identidad y resistencia.

A medida que la hipnosis profundiza, el maduro comienza a transformarse. Su cuerpo se vuelve más flexible, su mente más receptiva, y su espíritu más sumiso. El masajista, ahora completamente en control, guía al maduro hacia un estado de sumisión total, donde este se convierte en su perra sumisa, dispuesta a obedecer cualquier orden sin cuestionar.

La transformación es completa cuando el maduro, ahora completamente bajo el control del masajista, se pone a cuatro patas, su cuerpo temblando ligeramente mientras jadea con una mezcla de miedo y excitación. El masajista, con una sonrisa de satisfacción, acaricia la cabeza del maduro, ahora su perra sumisa, y le da órdenes en un tono suave pero firme, asegurándose de que entienda su nuevo papel y las expectativas que conlleva.

La escena es de una intimidad y sumisión extrema, con el masajista ejerciendo un control total sobre su nuevo compañero canino, explorando los límites de la dominación y la sumisión en un juego de poder y placer. La sala de masajes, una vez un espacio para el relajamiento y el bienestar, se ha convertido en un territorio de exploración de los deseos más profundos y oscuros, donde las barreras de la sociedad y la moralidad se desvanecen ante la llama de la pasión y el control.

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