Escrit per: maxigay
Mi padrino y Don Macana
Recordarán que a don Macana lo conocí el fin de semana en que mis hombres me festejaron el cumpleaños. No hace falta decir que al conocerlo quedé como una pava caliente y hervía a mil, en esa tarde y noche me voltió(cogió) dos veces, ambas maravillosamente por ser la primera ves que lo hacía con un hombre (creo...)
No me dejó de extrañar el porqué que mi padrino le contó de nuestra relación, suponía que se lo guardaría para él y más conociendo que el gaucho mantiene su hombría siempre bien alta, pero no pregunté nada, lo tomé como parte de mi sumisión y obediencia y si él lo consideró hacerlo para mí estaba bien (Je... otra pija más...)
Don Macana empezó a unírsenos a los asados de los miércoles, asados inolvidables, en el verano al sereno de la noche en el patio de la casa, en invierno dentro del rancho, pero siempre reunidos en total camaradería. Chalala venía poco, así que el grupo siguió de tres.
En una oportunidad en una charla que mantuve con mi padrino estando yo en la obra y él de paso, me preguntó que es lo que quería hacer cuando estuviéramos juntos. Mi respuesta fue sencilla y clara, "-padrino quiero ser suyo, servirlo, obedecerlo en todo, pero lo que a mí más me gusta es poder estar a sus pies lamiendo sus botas, que me ordene hacerlo, que me haga dejárselas brillosas, y verlo vestido con su ropa de trabajo, lo demás corre por cuenta suya-", el sólo respondió "-ajá, tá bueno-", nunca se volvió a tocar el tema.
Así que cada ves que me lo permitía, cuando hablábamos en la obra y estábamos solos, él montado en su caballo, yo parado a su lado chupándole las botas de goma, acariciándolas, lamiéndolas y si podía y me autorizaba me pajeaba de parado junto a su caballo.
En su rancho lo atendía y lo servía, él desde su silla con sólo la mirada me manejaba, me llamaba, me hacía arrodillar ante él y me ordenaba la limpieza de sus botas, siempre calzaba las de goma, las de cuero solo era para ocasiones especiales, mientras estaba a sus pies, se apoyaba en otra silla, miraba con atención mi trabajo, cambiaba de posición sus piernas, apoyaba ambas o una en mis hombros, apretaba mi cabeza entre sus piernas y me traía hacia él hasta llegar a su bragueta, solo me dejaba aspirar su olor, otras veces se abría la bragueta y me dejaba chuparle su verga por minutos que eran de gloria. Todo esto envuelto en sus chaparreras, -su olor-, por dios...
El olor del padrino era especial, cuero y transpiración de caballo, opio a mis sentidos.
Así es que apareció don Macana en el rodeo. Vivía en el mismo poblado y a unas pocas casas de distancia, dado a que solo había unas diez casas en total, nada quedaba fuera del control de los pobladores, ruido que había ya estaba alguno espiando por algún lado.
Mis visitas ya eran conocid...
Mi Padrino y Don Macana
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