El destino de Martín (Parte VIII)

8.

Se consideraba a sí mismo como un perfecto imbécil, un tipo sin carácter. Sabía que todo iba a terminar mal. ¿Por qué aceptó, entonces? Lo sabía y tenía una explicación: quería ver a Magdalena, en algún rincón de su corazón, seguía deseando seguir con ella, aunque sabía que ello era imposible.

Se preparó lo mejor que pudo y mando a limpiar su mejor traje, que descubrió que estaba arrugado y sucio, lo mismo hizo con su mejor camisa blanca y una corbata tejida que le gustaba a Magdalena. Llegó al edificio justo a la hora acordada, saludo al conserje que lo recibió amablemente:

- La Sra. Magdalena me dijo que lo esperara acá - le dijo cuando iba al ascensor para subir a su apartamento.
- Ohh, bien - respondió Martín, recordando en ese momento que eso ya no era su residencia, que sólo era un invitado.
- Unos minutos más tarde apareció Magdalena. A Martín le pareció que estaba espléndida, atractiva, con un vestido azul que resaltaba su rostro y cabello. Esa sola visión había hecho que valiera la pena este encuentro.

Magdalena le miró, sonrió y saludo:

- Hola - y ese hola fue como el de cualquier momento, como si nada hubiera ocurrido, dicho de manera corriente.
- Hola, ¿cómo estás? - dijo, algo nervioso, Martín y agregó - Voy a pedir un Uber.
- No, vamos en mi auto - respondió Magdalena, con su habitual autoridad.

Martín pensó que ese auto -“mi auto” según Magdalena había sido pagado justo por la mitad con s sueldo.

Le pasó la llave y le dijo:

- Ya sabes donde está, te espero en la puerta.

Martín obedeció y reflexionó “Sigue igual que siempre”.

Durante el recorrido hablaron sólo del matrimonio de Isadora. Primero fueron a la Iglesia, espléndidamente ornamentada, con un grupo de cámara y coro, misa incluida, muchos invitados. Salvo un par de primos de Magdalena, nadie le saludo y fue evidente el cerco sanitario que la familia había impuesto. Siempre al lado de Magdalena, que actuaba como si nada ocurriese. Era una escena desquiciada y molesta, pero nadie parecía inquietarse. Cinismo puro.

La fiesta fue en un centro de eventos que quedaba muy lejos y al que llegaron pasadas las 21:30.

El preámbulo fue largo y estuvo solo con una copa de espumante. nadie le habló. La cena comenzó cerca de las 10:30 y le correspondió la mesa 4, junto con unos primos de Magdalena e Isadora, justo el que lo había saludado en la misa. Su mesa quedaba justo al lado donde estaban los padres de Magdalena, que lo ignoraron sin más.

Cuando llegaron los novios a la mesa, se sacaron sendas fotos. Isadora le dio las gracias cuando estuvo al lado de él, susurrándoselo al oído.

La cena estuvo lenta y luego llegaron los bailes. Para su sorpresa, Magdalena le pidió bailar y eso estuvo muy bueno. Parecía que nada sucediera. No le habló en ...