EL CORNUDO PERFECTO; Cap 3: La marca del Amo

Gracias por todos los me gusta y comentarios! Espero que os siga gustando esta serie de relatos. Leo vuestras opiniones en comentarios. Ah, y Feliz Navidad a todos!

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Sebas notaba como a cada minuto que pasaba perdía el control de la situación que él mismo había creado. Nunca había visto a mateo tan sumiso, tan extasiado por el placer de ser solo dos agujeros obedientes, mientras que Marcel, se había hecho con su chico, y en parte con él mismo, apenas había pasado el umbral de la puerta.

Tras más de una hora y media, el dominante negro apenas se había sacado la polla por la cremallera sin siquiera tener que desnudarse. Era entonces, tras casi dos horas usando como quería a su novio, cuando lo vio quitarse la camiseta con seguridad y fiereza. La lanzó lejos, seguida de su pantalón que no escondía ninguna prenda de ropa interior.

—¿Sabes lo que eres, cachorrito?— Preguntó Mateo una vez estaba desnudo ante él.

—No... señor —susurró Mateo, temblando bajo el toque de Marcel.

—Eres un juguete. Mi juguete. Y los juguetes obedecen sin pensar, ¿verdad?. —Sus manos bajaron al pecho de Mateo, acariciando los pezones que se endurecieron inmediatamente—. Dime que eres mi juguete.

—Soy... soy tu juguete, Señor —respondió Mateo con una voz que Sebas nunca había escuchado, cargada de una necesidad desesperada.

Marcel sonrió y de repente agarró a Mateo por la cintura, levantándolo del suelo como si no pesara nada. La demostración de fuerza pura hizo que Mateo gimiera, sus piernas rodeando instintivamente la cintura masiva de Marcel.

—¿Ves esto, Sebas? —dijo el negro, sosteniendo a Mateo en el aire con facilidad—. Esto es lo que tu novio necesita. Poder real.

Sebas se quedó sin palabras, viendo cómo su chico se aferraba a Marcel como si fuera la tabla de salvación que había estado buscando. Marcel lo llevó hasta la pared y lo apoyó contra ella, manteniendo esa posición imposible que Sebas jamás podría lograr.

—Ahora vas a sentir lo que es una polla de verdad, cachorro —gruñó Marcel al oído de Mateo mientras se meneaba la enorme anaconda que buscaba el tímido y rosado agujero de Mateo.

—Ahora vas a saber lo que es la necesidad de gritar un nombre mientras te rompen el culo. Y no gritarlo solo por morbo.

La penetración fue controlada al inicio. Marcel sabía exactamente cómo manejar a un sumiso, cómo darle el dolor justo mezclado con el placer que lo haría adicto. Y tenía muy claro que si a un sumiso inexperto se la mete del tirón se queda sin catar ese culo de nuevo en mucho tiempo.
Al introducir el grueso glande Mateo puso los ojos en blanco y empezó a gemir por instinto. A medida que la introducía mas los gemidos se convirtieron en gritos y éstos, luego, en sollozos...