Historia de Irrealidad - Parálisis Permanente - Tercera parte: Por El Túnel

Desde que aquel invierno terminó
Desde que aquel amigo se esfumó
Desde que decidiste abandonar
Desde que comenzaste a resbalar...
Por el túnel que lleva a donde crece
La más oscura flor de la ciudad

Por El Túnel, Joaquín Sabina (y Los Secretos)


"El Tunelador. Es el Tunelador, viene para acá, tío. ¡Que viene!"

Por un momento se hizo la oscuridad casi completa en el cuarto. Esto debido al enorme cuerpo que por un momento ocupó casi todo el dintel de la puerta, la cabeza debiendo agacharse un poco para pasar. No un hombre, sino un gigante impresionante caminó hasta el centro del cuarto, dejando caer su sombra sobre - pobre de mí - mi cuerpo indefenso. Este gigante entre los hombres, a quien todos miraban boquiabiertos, iba vestido con un mono de trabajo de la empresa municipal de obras, con la cremallera bajada por todo el pecho y hasta la ingle, de modo que este hombrón negro exhibía su pecho musculoso, recubierto de pelo ensortijado y abundante, muy sudoroso o muy mojado por la espuma, y mostrando también su pene monstruoso, venoso y húmedo, que venía meneando sin ninguna vergüenza, y que aunque todavía no estaba levantado del todo, ya era mayor que el de cualquiera que estuviera aquí, incluyéndome a mí. A cuatro patas y boquiabierto delante de él, parecía estar en actitud de súplica, de adoración hacia este titán negro. El hombre miró a su alrededor y dijo:

"¿Y bien? ¿Quién se atreve?"

Nadie se atrevía. Nadie estaba tan loco. Notaba a mi alrededor cómo muchos tíos se masturbaban mirándolo, incluso me pareció notar el sonido de dedos metiéndose lubricante en el culo, pero entre el pollón y el miedo que metía el tío, un hombrón maduro, negro muy negro, de pelo ensortijado, y con brazos y piernas como barriles, estaban todos demasiado impresionados y asustados. Vi al hombre mayor abrazar al chico pelirrojo, como protegiéndolo, para que no le desgraciaran a su mocito, que se encogía asustado. La mirada despectiva del enorme hombre negro pasó de un lado a otro de la habitación, desafiando a quien se quisiera presentar voluntario, sin encontrar a nadie. Y en ese momento, volvió la mirada hacia abajo, y vio al muñeco de látex postrado a sus pies...

"Como a mí me gustan las perras blancas", dijo, cogiéndome los cabellos de un puñado, "rubio, cachitas y suplicando un hombre de verdad. Tomad nota de lo que os espera".

Al decir esto, mi ano comenzó a abrirse y cerrarse compulsivamente. Nadie vio mi S.O.S. de socorro. Todos miraban la polla del negrón, que cuando observó mi cuerpo definido, y que sin duda encontraba deseable, terminó de ponerse enhiesta, alcanzando proporciones monstruosas. No sé cuánto era el enorme tamaño, y cuánto eran las drogas y mi propio terror; no parecía físicamente posible. Soy una pasivaza con el camino bien abierto, pero esto era la tuneladora de una autopista, e ...