EL CORNUDO PERFECTO; Cap.1 El aniversario perdido

El apartamento estaba sumido en silencio cuando Sebas llegó a casa esa tarde de martes. Las luces apagadas y el eco de sus pasos en el suelo de madera le recordaron lo que ya sabía: Mateo había llegado antes y, como de costumbre últimamente, se había encerrado en el dormitorio con su móvil.

"Feliz tercer aniversario", murmuró para sí mismo mientras dejaba las llaves en la mesita de la entrada.

Sebas se detuvo frente al espejo del recibidor. A los 39 años, su físico robusto y brazos musculosos aún le daban confianza, pero la barba desaliñada y las ojeras delataban el cansancio de estos últimos meses. Desde que le habían nombrado director de su sucursal bancaria, poco paraba. Se pasó una mano por el cabello castaño despeinado y suspiró. ¿Cuándo había sido la última vez que Mateo lo había mirado con deseo?

—¿Sebas? —La voz de Mateo llegó desde el dormitorio, neutra como siempre últimamente.

—Sí, amor, ya estoy aquí.

Encontró a su chico tumbado en la cama, el torso desnudo mostrando esos abdominales perfectos que tanto le habían enamorado tres años atrás. El cabello rizado rubio caía desordenado sobre la almohada, y sus facciones delicadas y juveniles que refrendaban sus 24 años estaban iluminadas por la luz del móvil. Mateo ni siquiera levantó la vista cuando Sebas entró.

—¿Sabes qué día es hoy? —preguntó Sebas, sentándose en el borde de la cama.

Mateo finalmente alzó los ojos, esos ojos de color azul que antes lo miraban con adoración sumisa y ahora apenas mostraban interés.

—Eh…Dios, nuestro aniversario. Perdona, he estado... distraído. Con el nuevo curro y….

Distraído. Esa palabra resumía perfectamente su relación últimamente. Aunque la excusa del nuevo trabajo de Guille como arquitecto junior en un estudio importante no le convenció del todo.
Sebas se acercó y le acarició el pecho definido, sintiendo cómo los músculos se tensaban bajo sus dedos.

—Te he echado de menos hoy—, murmuró, bajando la mano hacia el abdomen marcado. —He estado apunto de llamarte que vinieras al despacho. A ponerte de rodillas a mamar como una buena perrita…

Por un momento, pareció que la chispa podía reavivarse. Mateo dejó el móvil a un lado y se incorporó, sus labios encontrando los de Sebas en un beso que, aunque tímido, llevaba una pizca de la pasión de antes. Las manos de Sebas exploraron el cuerpo esculpido de su novio, recordando cada curva, cada músculo que había adorado tantas veces.

—Amo…—, susurró Mateo contra su oído, usando esa palabra que antes lo excitaba hasta límites insospechados.

Sebas sintió cómo su polla de 16 cm se endurecía dentro de los vaqueros. Empujó suavemente a Mateo contra la cama y comenzó a besar su cuello, bajando hacia los pezones que se e...