El Agujero Negro - Parte 2 - Violación,o El Corazón de las Tinieblas.

"P-Porque soy el que te la chupé en el Narciso", le dije a Abdul. "Sólo quería... conocerte..."

Al decir esto, Toussaint y Malik miraron a Abdul, que presidía el tribunal improvisado, en medio de ellos. El ancho rostro de Abdul, con su expresión de león, que me miraba con severidad, y que me juzgaba como un rey a un mísero campesino, cambió por fin, y se enfrentó a sus dos amigos.

Porque, mis sufridos lectores, estaba siendo juzgado con gran seriedad por estas tres personas. Abdul, el hombre negro a quien había seguido por las calles, me había visto seguirle, aunque al parecer no sabía que venía desde la sauna Narciso. Era un hombre delgado pero de hombros anchos, un pedazo de hombre, negro muy oscuro, con una fuerte y ancha mandíbula, y el pelo rapado. Por no decir nada del paquete de sus pantalones, que yo había visto desempaquetado y enfurecido...

Toussaint, que al principio tomé por hermano menor de Abdul, por parecer una versión más joven, y porque parecía seguir en todo las palabras de su amigo, era otro hombre negro más delgado y menos corpulento, peinado como para parecerse a Abdul, también con un rapado parecido, pero con una expresión seria, que me dedicaba miradas enfadadas. El otro, Malik, tenía un rostro afilado y con un fino bigote y pelo rizado, con un punto cruel, de un tono un poco menos negro. Todos ellos estaban muy enojados conmigo, y la verdad es que tenía que admitir que, desde su punto de vista, tenían algo de razón.

Al alertarlos Abdul del gordo blanco que le seguía, se acercaron a la puerta de su casa, donde me vieron. Por lo que deduje de sus acusaciones, insultos y gritos ("Qué coño pasa, gordo blanco! Quieres ver como te damos de hostias? No te quedes con nosotros!"), pude entrever que los tres habían tenido sus más y sus menos con la policía, por temas de manteo o drogas, no lo entendí bien. Al ver que alguien le seguía, naturalmente Abdul había supuesto que podía ser de la policía, o un chivato o cosa similar. Así que me arrastraron dentro de su casa, a empujones, gritos y algún golpe, se constituyeron en tribunal improvisado, los tres sentados en el sofá de su comedor, y negándose a dejarme ir me interrogaron duramente sobre qué pretendía, siguiendo a Abdul y curioseando en la puerta de su casa.

Yo estaba completamente acojonado, tanto por sus gritos como por el gran enfado de los tres, que apenas me daban tiempo a balbucear sabe Dios qué respuestas. La mirada de Abdul, reinando en el centro, se me clavaba hasta el alma, con su seriedad y su indignación. Toussaint y Malik eran los que se encargaban de gritarme y amenazarme, juro que no sabía ni qué hacer ni qué decir, allí de pie, y casi al borde de las lágrimas, porque no sabía que hacer para salir del lío en el que me había metido, por perder el control de mis actos con la excitación de lo que me había pasado en el glory hole. Al fin, lo único que pude ha...