Adoración y Castigo - Parte 1 - Adoración

La puerta de la casa de mi Amo estaba abierta. En silencio, entré y me detuve frente a Él. Obediente, le seguí a la habitación, ambos sin decir palabra. No había nada que decir, todo estaba decidido, excepto mi castigo.

En la habitación, Él me miró. Sabía que estaba en su poder. Me ruboricé ligeramente. Es un hombre viril con barba, fuerte, delgado. Con un gesto, en completo silencio, me señaló una silla. Como habíamos convenido, me desnudé delante de Él. Dejé mis ropas ordenadamente sobre la silla, quedando desnudo ante Él, que seguía vestido, con pantalones y camiseta de estilo militar.

Soy muy obeso, mi piel sin vello con grandes lorzas. Mis pezones son pequeños y bonitos, perfectos para ser torturados. Pero lo que más me humilla es mi ridículo pene, hundido bajo mi barriga, más bien un coño, como lo llama mi Amo. Me han penetrado por delante, apretando el pene entre los pliegues de piel. Nadie dudaría, viéndonos juntos, quién es el Amo y quién el esclavo.

Así exhibido frente a Él, me miró por un momento. Luego, con otro gesto señaló un punto junto a la silla, a los pies de la cama. Como había sido convenido, me arrodillé en aquel lugar, la cabeza agachada. Se apartó, y comenzó a quitarse la ropa. Intuí más que vi su fuerte cuerpo velludo, sus muslos. Cuando se quitó su slip, y el olor de sus cojones me llegó, casi levanto la cabeza. Finalmente dejó su ropa en otra silla, y se echó en la cama, desnudo, boca arriba y con las piernas ligeramente separadas, y con sus pies, con vello en sus empeines, asomando ligeramente por el borde...

Todo esto surgía de nuestra última sesión. En ella, este gordo esclavo agradeció a su Amo los azotes que le dio en sus gordas nalgas (cada azote: uno, gracias Amo, dos, gracias Amo, tres...), y la boca del esclavo fue follada por el Amo ("Ese es el hilo de saliva que quería ver", dijo el Amo al ver el hilo entre la polla y la lengua del gordo y hambriento esclavo), y más tarde el esclavo escogió los instrumentos de su propia tortura: un látigo de colas, y un dildo del tamaño y forma del pene del Amo (que había traído yo).

El esclavo se alegró de satisfacer al Amo, de verle correrse con su humillación. De rodillas ante Él, estaba contento de haber sido usado por un macho caliente como el que tenía delante. Pero una cosa le faltaba. Durante la sesión, el esclavo estaba desnudo, y el Amo estaba vestido. Esto es, por demás, lógico y natural, porque el Amo es un hombre, y el esclavo no es más que un animal a cuatro patas delante de Él, para ser usado. Pero esto impide al esclavo adorar el cuerpo del Amo.

Durante los días de semana siguientes a la sesión, chateamos acerca de nuestro próximo encuentro. Le expliqué al Amo los fuertes deseos que tenía de adorar su cuerpo, aunque comprendía que permaneciera vestido para demostrar su dominio sobre mí. Seguí arguyendo que, como se ha dicho, na...