El Miedo (Parte III)

III.-

Dormir en el suelo de madera del aposento del Lord era una mejora sustancial en las condiciones de vida de Beltrán, pero ello no modificaba la condición absolutamente degradada.

El Lord y el sumiso sabían que Beltrán sólo estaba allí para ser entrenado, sometido, humillado y convertirlo en un animal. Nadie se engañaba ni tenía otras expectativas.

El Lord lo había logrado someter con relativa facilidad, sin casi esfuerzo, porque Beltrán era un muchacho débil, sin experiencia de vida, que gozaba hasta su secuestro de los privilegios de los poderosos, en un ambiente protegido. Era fácil quebrarlo y hacerlo de nuevo. El Lord lo sabía, pero no por ello no disfrutaba del proceso.
Para mala suerte de Beltrán, el Lord no solo gozaba con el entrenamiento del sumiso, sino que con el dolor de sus víctimas. Era un ser inalterable, consciente de su poder, impasible, paciente, rudo, brutal y exigente.

Logrado el propósito de doblegarlo completamente, ahora tocaba pasar a la fase de su goce personal. Y no habría límites.

Beltrán ya había probado las dosis de su brutalidad, pero ellas no eran nada con lo que ahora vendrían.

El Lord se levantó y el animal debió esperar afuera del baño, en cuatro, expectante con los deseos de su dueño, que al salir le ordenó ir a liberar a los perros al canil y proporcionarles alimento. Los perros ya le reconocían y eran hasta casi amistoso con él.

Para su sorpresa, el Lord le introdujo su alimento con el de los perros y ahí debió consumirlo, junto con las demás bestias.

Y ahí terminó la parte amable de su día. Desde inmediatamente después debió acompañar al Lord en todas sus actividades y esa jornada fue un tormento total.

Al desayunar el Lord, debió acompañarlo , ubicándose a un costado, un una incómoda posición de una sentadilla sostenida con los brazos extendidos, con los cuales debía mantener la taza de café de su dueño. Fue un momento angustiante, porque le fue difícil, casi imposible, mantener estable la taza, comenzó a temblar y temía lo peor de caer la taza. Finalmente lo logró y pudo poner las rodillas en el suelo

Pero esa falta merecía recibir sendos azotes en la espalda, dados con fuerza, que dejaron su marca en la piel ya lastimada del muchacho.

El Lord de se levantó y ordenó al sumiso que le siguiera hasta el estudio, donde este guardaba sus instrumentos más finos y precisos de tortura, en un depósito que abrió con su habitual autoridad.

- ¡Levántate! - ordenó - Ahora conocerás otro nivel del dolor. Prepárate basura, manos en la espalda y no quiero escuchar ninguna queja.

Beltrán obedeció inmediatamente y siguió las órdenes al pie de la letra, temblando con las amenazas del Lord que ya tenía en sus manos los instrumentos del tormento.

El Lord tenía en sus manos un alicate con puntas roma...