UNAS ZAPATILLAS, POR FIN (2/4)

- Este panfleto es patético - la frialdad de la voz de Mario envolvió a Rubén como una corriente de aire gélido y siguió leyendo -. "No encontrará Usted alguien mejor que le sirva y esté tan dispuesto a... " Al menos, no te he bloqueado y poco más. Espero no verte merodear por esta calle, ni por el barrio.
- ¿Qué voy a hacer yo sin Usted? - murmuró Rubén.
- Eres joven, ni veintiuno, ¿no? Yo te he enseñado mucho. Siempre supiste que no quiero obligaciones y tú empiezas a depender demasiado de mí. Es lo mejor - recostado en el sofá, Mario contempló a un Rubén tembloroso y torpe al ponerse el plumas y coger su mochila. Cruzó las piernas y dejó más a la vista una de sus NewBalance.
A Rubén se le apoderó el recuerdo de aquella escena, cuatro años antes, en el vestuario del instituto. Disparó un último cartucho, en realidad, una muestra final de humillación.
- Estaría dispuesto a pagarle si... - tragó saliva - si me permitiera llevarme sus zapatillas.
- ¿Pagarme? - sonrió irónicamente Mario -.
- Cuarenta euros, es que no llevo más - Rubén se mantuvo inmóvil con sus dos billetes en la mano, pero sin levantar la mirada.
- ¿De verdad me pagarías? - se regodeó Mario descalzándose cada pie con el otro -. Guárdate el dinero, gilipollas. Ahí las tienes. Están viejas y sucias. Mételas en la mochila y tira. ¡Venga!
Rubén no esperaba que Mario lo acompañara a la puerta. No pudo ni agradecerlo con un nudo en la garganta. Abrió y volvió la cara hacia los ojos de quien lo desechaba sin vuelta atrás. Ya no podía retener más las lágrimas. Esto hizo aún más incómoda la situación y Mario decidió terminar ya.
- Suerte. Adiós - fue lo único que dijo al cerrar.