Quebrando a un hetero (cap1)

Voluntad quebrada

Eric despertó con la sensación equivocada de haber dormido demasiado profundo. No era sueño; era algo más espeso. Un sabor extraño en la boca. Una neblina tibia en las sienes, como si hubiera atravesado la noche sumergido.
Lo primero que vio fue un techo que no reconocía: blanco, alto, ligeramente agrietado en una esquina. Lo segundo: un brazo ajeno descansando sobre su fibrado abdomen, pesado, cálido, peligroso.
Tardó dos segundos en comprender que no estaba en su habitación.
Tres más en darse cuenta de que estaba completamente desnudo bajo la fina sábana
Y entonces, justo entonces, la respiración de alguien detrás de él. Masculina. Lenta. Satisfecha.

—Buenos días, guapo… —susurró una voz joven acurrucándose más en él.
Eric giró la cabeza con un movimiento brusco. A su lado, un chico moreno, atlético, de ojos oscuros y labios aún hinchados, se incorporaba con la sonrisa típica de quien despierta después de una noche memorable.
—¿Qué…? —Eric retrocedió bruscamente en la cama hasta saltar de ella, con el pulso golpeándole en la garganta—. ¿Quién cojones eres… ?

El chico parpadeó, sorprendido por la hostilidad, pero no perdió su tranquilidad. Acababa de pasar una perfecta y ardiente noche con un chico de ensueño. Su piel parecía irradiar calor propio, lisa, firme, esa mezcla irresistible de muchacho de 19 años y hombre ya formado. El pecho ancho subía y bajaba agitado, dejando ver la tensión suave de los músculos que se estiraban como si aún guardaran el eco del esfuerzo. Sus hombros eran amplios, redondos, hechos para agarrar y sujetar; su abdomen, duro pero natural, invitaba a que los dedos siguieran la línea que bajaba entre sus caderas, esa línea que pedía ser obedecida y que ahora se disponía a ocultar con una almohada.
El cuello… Dios. Ese cuello fuerte, masculino, que daban ganas de morder. Su mandíbula marcada, sus labios entreabiertos, húmedos aún, parecían suplicar un beso lento. El cabello rubio y revuelto le daba un aire de chico travieso que sabía exactamente lo que hacía.Sus piernas estaban ligeramente separadas, relajadas, mostrando sin pudor la belleza completa de su desnudez. Verlo así —abierto, vulnerable, perfecto— provocó en el chico otro impulso caliente entre las piernas. Era imposible no desearle. Imposible no recordar el sonido de su respiración acelerándose bajo su boca, los dedos apretando la espalda, su cuerpo temblando contra el suyo.… Y sin embargo, ahora parecía…¿arrepentido?
—Ayer estabas muy… entregado. Pensé que no serías de los que se arrepienten.

Eric sintió un latigazo de náusea. No recordaba nada. Ni un trago, ni un beso, ni un instante.

—¿Qué cojones ha pasado? Yo… —No terminó la frase.

El chico ladeó la cabeza y frunció el ceño. ¿En serio le estaban montando el teatrillo de hetero que h...