Moldeando a Jose: Una semana en castidad (IV)

*Sábado*
Jose llamó a la puerta de casa y yo acababa de salir de la ducha. No lo hice adrede, pero me pilló desprevenido, así que cogí una toalla, me la anudé a la cintura y fui a abrirle. Obviamente le gustó lo que vio, y yo no iba a desaprovechar la ocasión.
- ¿Qué tal? - le dije tras besarle.
- Pensé que íbamos a tomar algo a las 10. Vas tarde - me contestó.
- ¿Has cenado algo? - cerré la puerta de casa.
- No, pensaba picar algo aquí - se dirigió a la cocina, hacia la nevera. Le seguí y me quité la toalla.
- Yo tengo cena si quieres - le señalé mi polla. Me miró y fue instantáneo. Se acercó a mi, se agachó y se puso frente a mi rabo.
Como me pilló desprevenido, aun estaba poco morcillona. Fue a metérsela en la boca de golpe pero me aparté.
- Manos atrás - le ordené. Mirándome fijamente, desde abajo, obedeció sin rechistar - Primero huele.
Acto seguido, comenzó a restregar la nariz por toda la zona, sin dejar de mirarme. Esos ojos sumisos me volvieron loco y mi poya respondió enseguida.
- Quítate la ropa - añadí. Aproveché mientras tanto para meneármela un rato y terminar de ponérmela a apunto. Una vez estuvo desnudo agregué -. Gírate, quiero ver tu cuerpo.
Se dio una vuelta lentamente, con las manos en torno a su rabo, anulado por esa jaula transparente. Me acerqué a él cuando se situó de espaldas y le agarré de la cintura, llevando su culo hacia mi polla, ya dura. Con la otra mano, le agarré del cuello y comencé a jugar con la lengua en su oreja, para luego susurrarle mientras comenzaba a restregar mi glande por su raja del culo.
- Hoy es el dia de estrenar esto, ¿no? - llevé mi mano a su boca y le metí un par de dedos, que comenzó a lamer fervientemente. Luego los saqué y, ya humedecidos, los llevé a su ojete. Estaba algo cerrado, pero entraron.
- Sí - respondió, con un gemido.
Yo sabía que lo era. El viernes, cuando le dejé en casa, intercambiamos mensajes. Él seguía cachondo, así que no fue difícil sugerirle que quizá era un buen momento para que jugara con el rabo de plástico que le compré en el sex shop. A distancia, me mandó un par de videos donde podía ver cómo se lo metía por el culo, ya sin apenas dolor, mientras una fuerte erección luchaba por escapar de la prisión en la que estaba encerrada su polla. “Buen chico”, le escribí a cambio, “me voy a la cama”, continué.
No sé muy bien cuánto tiempo más estuvo dándole al culo, pero sí que la brida no se había roto, porque coincidía hoy en número con la que le puse antes de irme de su casa el día anterior.
- Tus videos de ayer me pusieron muy cachondo - le dije - y no quiero irme de aquí sin descargar. Lástima que tú tengas que esperar - agarré su jaula y, después, con la palma de la mano, di unos golpes suaves sobre sus huevos que, aunque descargados del día anterior, parecían bastante sensibles por los gemidos que...