Perrito en: En tiempos de los piratas II ( La Sirena Rota)

Tres semanas después, el Venganza Negra atraca en Tortuga. Durante la travesía te han usado sin descanso, te han mantenido constantemente drogado y has perdido por completo cualquier rastro de dignidad. Tu cuerpo está más delgado, marcado por mordiscos y chupetones, tu culo permanentemente abierto de tanto uso.

Rodrigo te desencadena y te arrastra por el puerto. Ni siquiera te han dado ropa, caminas desnudo por los muelles mientras marineros y comerciantes se ríen y te señalan. El esperma seco de la última sesión todavía te cubre las piernas.

"Ahí está," dice Carlos señalando un edificio de madera pintado de rojo. Un letrero dice "La Sirena Rota". "El mejor burdel de la isla. El dueño es un viejo conocido."

Os adentramos en el local. Huele a sexo, tabaco y ron. Hay hombres por todas partes, algunos follándose a muchachos en las mesas, otros fumando en rincones oscuros. La música de un acordeón desafinado llena el aire.

Un hombre enorme aparece desde una cortina. Es Don Sebastián, un español de unos 60 años, calvo, con una barriga prominente y manos como jamones. Sus ojos te recorren de arriba abajo con apreciación.

"Rodrigo, cabrón. ¿Qué me traes?"

"Un regalo del mar, Don Sebastián. Lo encontramos hace unas semanas. Ya está bien entrenado, le gusta la fiesta y no se queja." Rodrigo te empuja hacia adelante. "Muéstrale."

Sebastián te agarra de la barbilla y te examina como si fueras ganado. Mete dos dedos gruesos en tu boca, luego te da la vuelta y te mete esos mismos dedos en el culo sin avisar. Tu ojete lo traga sin resistencia.

"Bien usado. Me gusta." Se ríe y saca los dedos. "¿Cuánto?"

"Quinientas monedas de oro."

"Trescientas."

"Cuatrocientas y te incluyo la bolsa de polvo que le hemos estado dando. Le encanta."

Sebastián sonríe. "Hecho."

El intercambio se completa. Ahora le perteneces a Don Sebastián. Rodrigo y Carlos se despiden dándote palmadas en el culo y riéndose. "Disfruta tu nueva vida, perro."

Sebastián te arrastra a una habitación trasera donde hay otros cinco muchachos, todos desnudos, todos con la misma mirada perdida. "Estos son tus hermanos," dice. "Aquí las reglas son simples: los clientes pagan, ustedes obedecen. Todo está permitido."

Te da una calada a una pipa y te obliga a inhalar. El colocón es inmediato. "Bien. Tu primer cliente llegará en una hora. Es el Gobernador de la isla. Le gustan los nuevos."

Te deja en un cuarto pequeño con solo un catre sucio. La puerta se abre exactamente una hora después. Entra un hombre de unos 55 años, vestido con ropas elegantes pero con una mirada depravada. Detrás de él vienen otros dos hombres.

"¿Así que este es el nuevo?" dice el Gobernador mientras se desabrocha el pantalón. "Me han dicho que te gusta bien cargado."

Los tres te rodean. Uno...