El Acompañante (Parte X)

10.-

Facundo jugaba fútbol desde los 10 años y había soñado en una fracción de su adolescencia en dedicarse profesionalmente a eso, pero pronto descubrió que no bastaba la pasión, sino que era necesaria la técnica y la capacidad. Desistió, pero nunca dejo de jugar. Lo hizo en el colegio, la universidad y cuando empezó a trabajar. Participaba de una liga conformada por jóvenes profesionales y estudiantes profesionales, que se juntaban los días miércoles a eso de las 20 horas en un complejo deportivo cerca de unos de los suburbios de la ciudad.

Jugaba de lateral, de esos futbolistas  que recorren los costados de la cancha, apoyando la defensa y sacando la pelota para los delanteros, esos que deben meter los goles. Tenía cierta habilidad.

 El día que iba a jugar, ya resignado a su condición de sometido, el jefe lo detiene y le dice:

- Por esta vez te quitaré la jaula, pero debes prometerme que no harás nada indebido.
-  Gracias Señor, muchas gracias. Le prometo que no haré nada que no deba.

Facundo se sintió feliz y agradecido. Este había sido el regalo más apreciado y hasta inmerecido en todo el tiempo trabajando con el jefe.

El primer partido después de mucho tiempo estuvo genial. Le gustaba jugar con esas personas y más le encantaba practicar fútbol. Se sentía parte de un equipo, estaba atento a las jugadas, recibir pases, generar maniobras, llevar corriendo la pelota, recibir el balón parándolo con el pecho o con los pies, todo. Se reencontró con todo un mundo que le era conocido, grato, horizontal, entretenido, intenso y fraterno. Se duchó con todos y volvió a la casa de su jefe, feliz y pleno.

Al llegar a casa, hizo la rutina de desvestirse y quedar disponible para el jefe, luciendo la zunga correspondiente. 

Juan Bernardo estaba en la sala leyendo un libro y al verlo, Facundo le agradeció:

- Muchas gracias, Señor, le estoy muy agradecido por las facilidades para ir hoy a jugar fútbol.

El jefe le miró, sonrió y le llamó para instalarle la jaula de castidad.

Ya, con la jaula puesta, le ordenó ponerse en cuatro y descanso sus pies en la espalda de su asistente.

Facundo se sintió muy bien.

Esa noche no hubo sexo y tuvo tiempo para pensar en todo lo que le estaba sucediendo. Se impresionó de su capacidad de adaptarse, su nivel de obediencia y su alta tolerancia a la humillación y la frustración.

Si, siempre había sido algo sumiso y sujeto de burlas en el colegio y la universidad, pero nunca a este extremo. Es más, estaba gozando su actual situación.

Otra cosa que le sorprendía es su escasa relación con otras personas. ¿Con quién se relacionaba? Casi exclusivamente con su jefe. Al personal de servicio de la casa rara vez los veía y casi no hablaban con él, lo mismo que la secretaria del jefe. Con los demás empleados del desp...