Escrito por: MasterJuan
1523 palabras
9.-
Nunca espero que el primer día llevando la jaula sería tan duro. Le molestó en cada momento: apretaba, le incomodaba, pero lo peor era que le producía dolor cuando tenía erecciones.
Fue terrible, una experiencia desagradable e irritante. Pensó que no lo podría soportar, especialmente cuando hacía ejercicios, caminaba o cuando debía ir al baño. Se enteró cuando tuvo novedad, que debía sentarse en el excusado para evacuar la orina. Fue humillante e incómodo.
A cada momento se acordaba que tenía esa jaula en sus genitales y que estaba ahí para impedir que obtuviese auto placer. ¿Cómo superarlo?
“Concéntrate” le había dicho el jefe y en eso se esmeró. Lo lograba, por lapsos cortos, pero luego se excitaba por un pensamiento, tenía una erección y el dolor y la molestia volvían. Eso le hacía sentía tremendamente mal y le costaba todo, se cansaba y angustiaba.
Seguía tratando de concentrarse, se esforzaba por sublimar cualquier pensamiento sexual y solo se enfocaba en el trabajo y las tareas.
Cuando ese día terminó su jornada y condujo al jefe a la casa, iba en un estado de algo irritación y frustración y le costó dominarse. Los pensamientos que le abrumaban era dejar todo y volver a su anterior vida, pero sé contuvo, básicamente porque le estaba estar cerca de Juan Bernardo.
Al llegar a casa, estacionó el auto y al ingresar a los aposentos, hizo su rito de desnudarse y quedar en yunga y disponerse a entrenar, en el gimnasio, junto a Juan Bernardo, que le exigió al máximo y que no tuvo contemplaciones en llevarlo al máximo esfuerzo.
Cuando concluyeron y se iba a duchar, Juan Bernardo le detuvo:
- Te quitaré la jaula mientras te duchas, para que puedas higienizar tus genitales. No eres circuncidado y es necesario que se cuide tu higiene. Dúchate delante mío, para que no tengas tentaciones. Vamos, hazlo.
- Sí Señor, gracias.
Tardó 10 minutos en ducharse y sacarse y luego Juan Bernardo volvió a instalarle la jaula. Ese tiempo sin la jaula, mientras se duchaba, Facundo lo agradeció con verdadera gratitud, hasta se sintió un ser humano normal.
Facundo volvió a la incomodidad y a trabajar y luego cenar. Cuando pensó que la noche acabaría allí, el jefe le dice:
- Aplícate un enema, esta noche quiero usarte.
Fue inmediatamente al baño de su dormitorio a asearse el recto y preparadlo para ser perforado y se presentó donde su jefe, en el dormitorio. Ahí lo esperó desnudo, lo atrajo, beso y acarició, con esa mezcla de suavidad y rudeza, entre beso, caricia, nalgadas, mordida de tetillas y semi asfixia, para terminar girándolo y abriéndole los glúteos para lamerle el ojete y excitarlo y producirle esa mezcla de placer al que se unió el dolor por la erección de la verga dentro de la jaula.
Era todo tan paradójico, porque dolía, pero no que...
El Acompañante (Parte IX)
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