De cruising encontré a mi Amo, Daddy, Señor...

De la más pura casualidad empezó esta historia que hasta el día de hoy sigue dándome buenos momentos de placer. Se trata de cómo encontré a mi actual amo, daddy, señor o papi (estos son los apodos con los que lo llamo según el momento y la ocasión).

Antes de nada tendré que presentarme, soy un chaval de 33 años de una estatura media o incluso algo bajo, delgado, con buen cuerpo fibrado, pelo moreno corto y barbita de tres días. Mi cara suelen decir que es una mezcla entre cara de buen chaval y cara de morboso total.

Soy un tío casado… sí, es una putada y seguramente algunos dirán que soy un cabrón. Pero de vez en cuando me puede esa sensación de estar al borde del abismo y morder la manzana prohibida haciendo con otros tíos todo aquello que no me atrevo a hacer en mi matrimonio. Desde muy jovencito he probado estas situaciones de cerdear con desconocidos, de dejarme usar por tíos maduros, de superar límites y salir del sexo vainilla y aunque vivo enamorado de mi marido, alguna vez sale ese diablito que tengo dentro y dejo que mi versión más puta, sumisa y usable salga.

Toda esta historia empezó el pasado septiembre, esos primeros días de la vuelta al curro me tenían más estresado de lo normal y siempre que estoy estresado, suelo acabar sacando mi lado más sexual para calmar el estrés con endorfinas y un poco de dopamina generada por orgasmos. Estando en esa situación de estrés, me programé una mañana en la que podía fugarme del curro sin que nadie se diera cuenta hasta la hora de comer para irme de cruising a La Finca de Papá. Eran los últimos días de verano, hacía una temperatura ideal para poder estar toda la mañana allí siendo usado por desconocidos.

Llegué a eso de las 11:00 de la mañana y me adentré por los primeros árboles que están delante del parking de la facultad de Geografía e Historia (creo que hace unos años cuando yo era universitario había más movimiento por esta zona y que actualmente los tíos prefieren ir más hacia la zona de la facultad de Informática). Como siempre que suelo ir, lo primero de todo es dar una vuelta de reconocimiento por toda el área para ver al personal y, una vez visto, elegir por dónde empezar.

Quizá era demasiado temprano, pero el tema estaba muy parado, apenas dos señores mayores que no me llamaban especialmente la atención y que creo que eran mamones más que machos que quisieran descargar. Pensé que quizá debería haber ido a otro sitio de cruising o a algún sex shop. Pero entonces apareció un chaval, debería ser un universitario de 25 añetes aproximadamente, era un poco más alto que yo, pelo castaño ondulado, piel blanca, cuerpo fibradete. Venía con sus gafas de sol puestas y casi automáticamente, según nos vimos, se acercó hacia mí. Sentí ese impulso de adrenalina en el estómago que sentimos todos al hacer cruising, ese momento en el que tu cuerpo dice “calienta que sales”...