Mercado de esclavos: (4). Almuerzo y diversión de los Hombres.

Debían haber pasado horas desde que inició el servicio de desayunos y mis hombros me estaban matando. Las mordazas eran efectivas; pero todos los que estábamos en el muro del fondo; con nuestras manos sujetas a la espalda con grilletes cuya cadena estaba anclada a un gancho elevado que nos obligaba a permanecer de pie sobre las puntas de los pies con nuestro torso inclinado hacia adelante y las nalgas pegadas a la pared; no podíamos evitar soltar gemidos que por si solos no hubiesen sido audibles; pero que en conjunto con la música de fondo, la luz rojiza que vibraba como si proviniera de antorchas y las charlas en las mesas creaban un ambiente adecuado.

Me había despertado en la jaula varias horas atrás cuando dos hombres la abrieron y me extrajeron de ella. Me asusté y casi grité, pero una mano enguantada me tapó la boca mientras me sujetaba para extraerme mientras el otro tipo, en cuanto estuve fuera, me dio un fuerte puñetazo en los testículos que me hizo perder la fuerza; para luego llevar su dedo hacia su boca y hacer la señal de silencio. En ese momento pude ver al Amo Tatko, o por lo menos su cuerpo, que se movió ligeramente. No pude ver su rostro; pero noté que su cabello era obscuro, algo canoso. Por fortuna no se despertó, y los empleados; enfundados en unos shorts de piel, con el torso desnudo y capuchas de verdugo en la cabeza, me arrastraron hacia una sala donde estaban llevando a otros esclavos. Nos obligaron a inclinarnos sobre una muralla baja y uno a uno nos fueron llenando el culo con un líquido, debíamos ir hacia el fondo del salón gateando y esperar en esa posición a ser llamados de nuevo, sin dejar salir el líquido: lo cual era muy difícil; pero la pena por no lograrlo sería limpiar el charco con el hocico y recibir 200 golpes con el cincho de castigo de los “Demon” (en ese momento me di cuenta de que era el nombre de los hombres a cargo de los esclavos). Era una verdadera tortura lograr mantener el líquido tanto tiempo; ya que éramos unos ocho grupos; solo había dos mangueras y debíamos ir avanzando conforme los otros iban siendo llenados. Tres esclavos tuvieron que lamer el piso y fueron llevados al centro de la sala, colgados de una columna y los gritos invadieron el lugar. Fueron seis rondas para mi; aunque algunos esclavos habían salido antes y otros permanecieron después. Recibimos una ducha fría con una manguera provista de aspersor; pero luego debíamos pasar por una zona de secadores calientes. Al terminar, éramos llevados a la sala comedor: algunos como yo fuimos al muro; otros pendían de las columnas en el centro de la sala. La ración que había consumido la noche anterior se había esfumado para este momento; y ver pasar a los meseros; hombres desnudos que cargaban charolas con piezas de pollo asado, pescados, carnes y diversos frutos y verduras mezclados era otro tipo de tortura. De las tetillas de mi grupo colgaban pinzas como las del día anterior, con unas cade...