Escrito por: Cornudomxdany
1664 palabras
Capítulo 3
El sol de la mañana se colaba por las cortinas, iluminando la habitación del hotel con un brillo suave. Adrián dormía en la cama king-size, su cuerpo desnudo apenas cubierto por una sábana que delineaba sus pectorales esculpidos y sus nalgas firmes. Yo, lo observaba desde el balcón, una taza de café en la mano, sonriendo al recordar la noche anterior. La imagen de Adrián chupando la verga de Paul junto a mí, su cuerpo temblando bajo sus embestidas, y mi propia entrega en el jacuzzi seguía fresca en mi mente. Había sido una noche salvaje, y ver a Adrián tan libre, tan lleno de deseo, solo fortalecía nuestra conexión. Me acerqué y besé su frente, dejando que durmiera un poco más.
Desayunamos en el restaurante del hotel, Adrián con esa camiseta ajustada que marcaba cada músculo, su sonrisa iluminando la mesa. “Voy al gimnasio esta tarde,” dijo, mordiendo una tostada. “Necesito moverme un poco.” Asentí, sin darle mayor importancia. Era algo habitual; Adrián siempre había sido disciplinado con su entrenamiento, y me gustaba que tuviera su espacio. “Dale duro, amor,” respondí, guiñándole un ojo. En mi mente, no había espacio para celos o dudas. Adrián era mi orgullo, y si algo pasaba, sabía que él me lo contaría. Por ahora, solo imaginaba sus músculos brillando bajo las luces del gimnasio, y eso ya era suficiente para encenderme.
Esa tarde, mientras yo leía junto a la piscina, Adrián se fue al gimnasio con su bolsa de deporte. No pensé en nada más allá de él levantando pesas o corriendo en la cinta. Pero en el gimnasio, algo inesperado estaba a punto de despertar un nuevo fuego en Adrián, uno que lo llevaría a cruzar una línea a escondidas, cargado de culpa y un morbo prohibido.
En el gimnasio del hotel, el aire olía a sudor y metal. Adrián estaba en su zona, haciendo press de banca, sus pectorales tensándose con cada repetición. A su lado, un joven que no había visto antes levantaba mancuernas con una precisión casi hipnótica. Se presentó como Leo, de unos 25 años, con un cuerpo que parecía tallado por un escultor: hombros anchos, bíceps definidos, abdominales marcados, y unas nalgas firmes que se notaban bajo sus shorts ajustados. Su piel bronceada brillaba por el sudor, y su rostro, con una mandíbula fuerte y ojos verdes, tenía una calma confiada pero no arrogante. “Buen ritmo,” dijo Leo, mirándolo de reojo mientras ajustaba su peso. “¿Vienes seguido?” Adrián sonrió, limpiándose el sudor. “Cuando estoy aquí, sí. ¿Tú?” Leo asintió, su tono amistoso pero con un leve matiz de curiosidad. “Primera vez en este hotel. No está mal.”
Ambos siguieron entrenando en paralelo, intercambiando comentarios casuales sobre rutinas y ejercicios. Leo era moderado, manteniendo una distancia respetuosa; no sabía quién era Adrián ni cómo reaccionaría a algo más directo. Pero el ambiente del gimnasio, cargado...
Capítulo 3 / gym del hotel /
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