Relato en Castidad.

Llevaba varios días hablando con un amo, que veía el BDSM como un juego. Que le encantaba penetrar y hacer disfrutar al que hace de pasivo. Por lo que tardamos poquito en quedar. Así que un domingo cuando estaba solo en casa le invité. Recuerdo que era un día de julio, vino caliente, yo le provoqué y estaba muy cachondo. Eso le provocó venir con más ganas.
Cuando nos vimos, recuerdo que tenía unos ojos bondadosos, pese a la edad, me resultaba atractivo. Su personalidad me encantaba, muy alegre y hablador.
Recuerdo que le traté como un rey, besándonos, le dí placer con sus calzoncillos puestos con mi boca, mi lengua jugando con ellos. Cuando empecé a chupar su rabo, le miraba a los ojos con cara de picardía, y él no paraba de hablar lo mucho que le gustaba, de lo bien que lo hacía, eso me daba más ganas de complacerle. Le ponía más ganas, energía, me la tragaba entera, daba vueltas con la lengua, le pajeaba un poco, mirándole con deseo como si solo existiera su polla y mi boca.
En un momento que quiso, me dijo ponte la castidad, yo me la puse. A sus órdenes, pero él me cerró con llave y la guardó en un bolsillo de su pantalón. Eso me dio tanto placer y morbo. Tenía confianza en él por eso le di ese privilegio.
Y él lo supo aprovechar, estaba demasiado cachondo. Cogimos un preservativo y lubricante, le cabalgue la polla casi sin dilatarme. Él me decía que le violara, hacía de sumiso, me excitaba mucho, y luego se cambiaba el rol me cogía del cuello con fuerza, me daba golpes en mis músculos de los brazos incluso en el pecho. Me trataba con rudeza masculina, a la vez cariño sabiendo que era un juego. Me sentía follado y a la vez pleno. Me sentía lo que soy, un machote putón.
Cuando ya se acabó ese juego, yo solo gemía de placer. Y nos mirábamos a los ojos con complicidad riendo, llenos de placer. Me decía que disfrutara que su polla era toda para mi. En esa experiencia con ese frenesí de gemidos y placer, a veces más lento y otras más duro, me corrí tres veces en castidad. Me quedé maravillado del macho que había conocido, con su apariencia bondadosa y compasiva.
Le dije que había sido el primero en hacerme correr en castidad. Y él se quedó tan satisfecho de complacerme, como yo terminar de complacerle para que se corriera follándome en las posturas que él iba eligiendo. Se quedó maravillado de mi culo, como yo de su polla que me encantó comer. Quedamos satisfechos y plenos por dentro.