Moldeando a Jose: Una semana de castidad (III)

Podría decir que soy un manipulador y que mi reacción a su pérdida de control solo tenía como objetivo montar un número para dejarle claro quién mandaba y poder seguir apretándole las tuercas para convertirle en mi esclavo sexual, pero estaría mintiendo.
Mientras bajaba en el ascensor empezaba a darle vueltas a su reacción. ¿Habría ido yo demasiado lejos? ¿He abusado de él? Parecía cómodo y excitado cuando estábamos en su casa. No entendía esa reacción pasivo-agresiva del final.
- Sube tío - me pidió por WhatsApp mientras salía del portal -, y lo hablamos.
No sabía qué contestar. Ya os he comentado que había veces que le daba vueltas a la asimetría de la relación. Aunque sexualmente eso había provocado unos días de ensueño, no me gustaba la idea de estar haciendo algo con lo que él no estuviera a gusto.
¿Has disfrutado estos días? ¿O simplemente cumpliste la apuesta por compromiso y no sabías cómo dar marcha atrás? - le pregunté.
Me lo he pasado bien - respondió -. Es que frustra no correrse, joder. ¡Estoy muy cachondo! - añadió un emoji con una carita triste -. Esto es nuevo para mí.
Para mí también - añadí -. No quiero que hagas nada que no quieras hacer. No quiero que hagas nada solo para complacerme. Quiero que lo que hagas, lo hagas porque lo disfrutes. En serio, si no te mola lo de estos días, coge el corta-bridas.
¿Seguro? - preguntó.
De verdad - le aseguré. Pero sabía que realmente ese no era el problema.
Tampoco os voy a engañar. Deseaba que no se cortara la brida ni se pajeara, porque estaba descubriendo que esa asimetría sexual me encantaba. Quería que a él también le gustara porque lo que estaba viviendo esos días me volvía loco, pero no estaba en mis planes hacer rehén a nadie de una situación que no quisiera vivir. Sí, era consciente de que si se quitaba la brida probablemente acabaría dejándole en unas semanas, pero eso no tenía nada que ver con que no hubiera seguido la apuesta, sino más bien con el hecho de que habría descubierto que, sexualmente, no acabábamos de encajar. A cada uno le gusta lo que le gusta, y yo ya empezaba a estar en esa edad en la descubría que si a la otra pareja no le iba el mismo royo sexual que a mí o al menos no estaba abierto a experimentar con ello… al final esa relación acabaría fracasando. Por mi parte, no alargaría la agonía.
Voy a intentarlo - respondió al cabo de unos minutos.
No hace falta, en serio. Si no te gusta o te sientes mal, quítatela. No quiero que hagas nada por compromiso o porque te sientas obligado, ¿de acuerdo? - le insistí cuando ya había llegado a mi casa.
Voy a intentarlo - repitió.
Mi cabeza daba vueltas, y aunque me sentía complacido por el hecho de que aparentemente deseara intentarlo, si eso venía provocado por una dependencia emocional prefería dejarlo ir. Finalmente, di por zanjada la conversación añadiendo lo siguiente.