Desde mis principios como máster XLV (y último)

(Bueno, hemos llegado al último capítulo. Es solo para seguidores de la serie y no tiene nada de sexo. Espero que hayáis disfrutado de las aventuras de Carlos y familia. Es hora de despedirse de ellos. Gracias por habernos acompañado hasta aquí, gracias por los comentarios y los “me gusta”.)

Llego el cumpleaños de Manu. Laura y yo pasamos la noche del viernes al sábado en la casa del pueblo. Madrugamos y mientras ella ultimaba unos detalles de decoración que había comprado en Nueva York, yo seleccioné los vinos que íbamos a tomar, llené la nevera de cervezas y refrescos y preparé cristalería, vajilla y cubiertos.

A las diez fui a recoger a mi hermana y a mi sobrino a la estación. El chico traía una pequeña maleta y mi hermana, cara de circunstancias.

- Que no sabe qué ponerse, la criatura. Que hoy es un día muy especial, y que tiene que estar perfecto y que…
- Ay, mamá, no le calientes la cabeza al tío Carlos. Creo que ya lo tengo claro, pero…

Los miré con cariño y mucha paciencia. Nos metimos en el coche y siguieron con su charla hasta que llegamos a la puerta de casa.

- ¿No lo metes en el garaje?
- No, estamos haciendo unos arreglos y el suelo está levantado.
- Pues no se ve maquinaria, ni materiales.

Mi hermana no es la persona más sagaz del mundo, pero sí la que más veces mete la pata por minuto. Por suerte, Manu seguía concentrado en sus trapos y sus joyas y no notó la mirada asesina que le lancé a su madre.

- Está todo dentro, no podía dejar que hubiera escombros o maquinaria por en medio un día de tanta gala.
- Siempre piensas en todo, Carlitos, ¡qué crack! – soltó el chico y zanjamos el tema.

Entramos y se saludaron muy efusivamente con Laura. Manu se fue a la habitación pequeña a deshacer la maleta, volvió, cogió la plancha y la tabla, y desapareció de nuevo. Preparamos café y, al cabo de una hora, más o menos, apareció Álvaro, deslumbrante, de lino blanco riguroso. Saludó a mi hermana y abrazó a Laura con un cariño que me hizo sentir unos celos raros. Verlos allí, tan cariñosos, delante de mis ojos, mis dos amores… No me había preparado, y menos para que su afecto sincero fuera tan evidente. Me emocioné y noté cómo se me humedecían los ojos. Sonó un mensaje: cachorrito estaba llegando a la estación.

- Voy a buscar a Pablo. ¿Necesitáis algo del pueblo?
- No, pero no os entretengáis…

Laura me guiñó un ojo y noté un rubor bestial colonizando mis mejillas. La miré con odio fingido mientras apreciaba la sonrisa divertida de Álvaro y me fui.

Pablo también había escogido el blanco, y también estaba radiante. Noté la presión en mi eslip, pero los chinos que llevaba, algo amplios, me ayudaron a disimular. Regresamos a casa y noté que corría más de la cuenta. Aminoré.

- Me da mucho apuro conocer a tu muj...