El chico “rudo”

Conocí a Marco en la secundaria. Siempre fue un bully que se la pasaba molestando a otro chavo y a mí, en ese entonces era más alto que yo. Hasta que un buen día me hartó, le canté un tiro y el wey se rajó. Resultó que no era tan rudo como aparentaba, que solo era necesario que alguien le respondiera el golpe. Eso me hizo sentir hasta cierto punto, poderoso… finalmente terminamos por llevarnos bien y nos volvimos buenos amigos. Después de la secundaria nos distanciamos varios años. Ya en nuestros 27, coincidimos en una fiesta, en casa de una amiga en común, yo seguía siendo un chavo delgado, moreno, cabello castaño ahora con barba, no muy guapo de cara, pero tampoco feo.

Terminamos siendo de la misma estatura 1.75 más o menos. Sin embargo, Marco era un tipo que siempre fue atractivo, llevaba unos años tomando muy en serio el gimnasio, era un tipo güero, ojos verdes, cabello rubio y largo, piernotas, nalgón, pectorales y brazos grandes, se había tatuado una brújula en el bícep izquierdo, usaba ropa ajustada, se veía muy sexy.

En la fiesta todos estuvimos bebiendo, bailando, pasándola bien. Marco se convirtió en uno de esos borrachos que todo el tiempo te quiere estar abrazando con uno de sus brazos alrededor de tus hombros y el trago en la otra mano, en general así andaba con todos, medio cariñoson. Y a mí me gustaba, en cierta forma me excitaba la mezcla del olor de su perfume y su aliento a alcohol, sentir su enorme y pesado brazo sobre mi cuello. Se hicieron casi las 3 de la mañana, yo estaba por irme y pedir un Uber, me dijo “espérame, yo te llevo, también ya me voy”. Le dije que no parecía estar en condiciones de manejar, “no mames, ando bien” me respondió.

Como de todos modos no iba tan lejos acepté. Nos despedimos de los demás y nos fuimos. Cuando estábamos afuera de mi casa, todavía en el carro, me quité el cinturón de seguridad nos despedimos chocando las manos “chido wey, nos vemos” le dije. No pude abrir la puerta, no quitó los seguros, lo volteé a ver. Él puso su brazo rodeando mi asiento. Me dijo “no quieres ir a otro lado” y se acercó como si quisiera besarme.

Sí, el mismo wey que unas horas antes se llenaba la boca hablando de sus conquistas y de cuantas morras se había cogido. Yo sabía que me gustaban los hombres, sin embargo eso seguía siendo un secreto para todos, decidí reprimirme y lo empujé con fuerza y le dije en un supuesto tono molesto “¡ya estuvo wey, andas pedo!”, esa reacción pareció gustarle, se mordió los labios me vio fijamente con sus ojos verdes, (vidriosos y rojizos por el alcohol) me dijo casi susurrando “sí, castígame” mientras se tocaba la entrepierna.

Me puse el cinturón de nuevo, encendió el carro y fuimos rumbo a su casa, “yo te traigo de nuevo” me dijo, y yo le respondí “¡cállate el perro hocico pinche puto!”.
“Sí señor”, me dijo mientras se mo...