Moldeando a Jose: Una semana en castidad (II)

Hace varios años publiqué un relato que tuvo buena aceptación. En él hablaba sobre una relación algo asimétrica con alguien más joven en la que esta persona (Jose), en su afán de complacer, aceptaba una apuesta que le obligaba a estar en castidad una semana.
Lo cierto es que completé gran parte del relato unos meses más tarde, pero nunca lo llegué a publicar. Aquí dejo la segunda parte.

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"*Lunes*

Cada uno amaneció en su casa, como es lógico. Quizá no he explicado que por aquel entonces yo vivía sólo mientras que él compartía piso con dos chicas que estudiaban en su misma facultad. Desde el principio, yo había dejado claro que mi casa era mi espacio, por lo que el hecho de vivir sólo no había contribuido a que él pasara más tiempo en mi casa que en la suya, por más que le hubiera gustado. Durante los días de diario de vez en cuando quedábamos (para cenar, tomar una cerve o ir al gym si coincidíamos con mis horarios), viéndonos más habitualmente los fines de semana. Paralelamente a todo esto, nos pasábamos el día escribiéndonos por Whatsapp. Ante esta situación yo tenía curiosidad por entender cómo se estaría sintiendo y, de alguna manera, quería acompañarle aunque fuera en la distancia para que no se sintiera abandonado y pudiera tratar sus nuevas inquietudes con alguien.
- ¿Qué tal amaneciste? - le escribí aquella mañana.
- No dormí muy bien - contestó.
Era de esperar. A pesar de que antes de ponerse el cinturón de castidad había rasurado la zona, lo cierto es que sigue siendo un aparato extraño con el que nadie está acostumbrado a convivir. Me contaba que cuando se empalmaba a lo largo de la noche se despertaba al sentir el dispositivo, por lo que no pudo dormir muy profundo. No le dolía, pero tampoco se trataba de una experiencia cómoda.
- Bueno… supongo que esta noche con el cansancio acumulado acabarás cayendo muerto en la cama. ¿Tú como te encuentras?
- Bien - contesté. Quería darle pie a que se sintiera cómodo para rajarse si así lo consideraba, pero no dijo nada.
A lo largo del día fui preguntándole cómo iba todo. En las primeras horas del día me contó que era una experiencia extraña estar en clase así. Me hizo mucha gracia el hecho de que para mear tuviera que estar sentado.
- Lo intenté de pié - me contó -, pero eso parecía un aspersor. Fue un coñazo limpiar el baño luego.
Otra cosa curiosa era el hecho de que, según me contaba, él notaba constantemente tener algo entre las piernas y, aunque estaba seguro de que nadie podía darse cuenta, todo el rato tenía la sospecha de que de alguna manera era visible.
-… y es extraño, porque pensar que la gente puede darse cuenta de que lo llevo me pone… entonces noto como me empiezo a empalmar y al mismo tiempo noto el cinturón, lo cual me pone más aún - me escrib�...