Puta en los baños

El efecto de la mefe te explota en la cabeza: todo se vuelve lento, irreal, el suelo pegajoso bajo las rodillas, el olor a pis, semen y sudor impregnando cada rincón del baño. El bullicio fuera es como una marea de voces difusas que suben y bajan cada vez que la puerta se abre para dejar pasar a otro tío dispuesto a aprovecharse del "maricón esposado".

Te han dejado ahí arrodillado, con las manos esposadas a la espalda, el cinturón de castidad apretando, la boca pastosa y el cuerpo vibrando del chute. El baboso, farlopa en mano, te mete otro tiro directo en la nariz. Te abruma, hace que la vergüenza se mezcle con el subidón y el deseo de más humillación.

Uno de los parroquianos se baja la cremallera y ni pregunta: te sujeta la cabeza, te empuja la polla contra los labios y te la mete a la fuerza. Te folla la boca de pie, empujando cada vez más a fondo, dándote golpes de pelvis en la cara y sin dejarte respirar.

—Así me gusta, putilla, traga sin protestar —gruñe mientras te ahogas, sintiendo el sabor a pis mezclado con su polla—. Qué cara de mierda llevas.

Tan drogado, sólo puedes obedecer. Otro se acerca por detrás, te escupe el culo, mete mano, te hurgan, tiran del cinturón y se ríen. Notas una mezcla de placer sucio y total abandono, la piel ardiendo, los ojos húmedos. El baboso está ahí, grabándolo todo con el móvil, comentando cada detalle:

—Mirad, ni puto lo de su mujer, y ahora se hace el sumiso deluxe… Qué desperdicio eras en casa, tío. Aquí se te saca provecho.

Otro tío, viejo, gordo y peludo, se sienta en la taza y te jala del pelo:

—Ven aquí a limpiar la pija, maricón.
Te mete la polla sudada de golpe, te obliga a lamerla, luego te escupe directo en la boca, riéndose tan fuerte que todo el baño se contagia.

De fondo, otro te agarra por la cintura, abre tus nalgas jauladas y escupe entre ellas. El frío de su saliva, la presión de los dedos, y el comentario:

—Este no se va a ir seco hoy, ni a tiros.

El baboso aparece de nuevo, risueño, con otra copa y la saca de la polla aún empapada.

—Bebe, que te queda noche —te ordena, tirando un poco del vaso para obligarte. Te chorrea por la barbilla pero bebes, desesperado por no desmayarte de la brutalidad y el estrés.

El siguiente turno es de humillación pura: uno tras otro te mean encima. La orina caliente te escurre por la cara, el pecho, el pelo. Algunos te limpian la polla en tu lengua antes de correrse. Otros sólo buscan burlarse, te insultan, te empujan, convierten el baño en su escenario y tú en su juguete.

Los móviles graban, las risas explotan y tú sólo puedes dejarte usar, cada vez más colocado, degradado, borrado. El baboso lo remata, te pasa otra línea por debajo de la nariz y te obliga a levantar la cabeza para que todos te reconozcan, esposado, sucio, derrotado y a la vez irr...