Escrito por: Atuspies_85
718 palabras
Por la tarde todo cambia de aire. Llevas todo el día notando el estómago encogido, repasando en la cabeza las palabras del maduro: “Hoy no serás solo espectador.” Tu mujer, lejos de estar nerviosa, parece ilusionada, excitada, como si cada mensaje por Telegram la empujara a cruzar otro límite. Cuando el maduro le anuncia que está llegando y trae compañía, ella se encierra en el dormitorio a prepararse. Tú, desde la puerta entreabierta, te muerdes los labios al ver el cambio.
Sale al salón vestida de colegiala puta: minifalda mínima, braguitas asomando, medias hasta medio muslo, camiseta de rayas atada bajo el pecho y los pezones bien marcados, tacones de plataforma y el pelo recogido en un moño desenfadado. El brillo en sus ojos delata que no piensa ni fingir timidez.
Tiemblas un poco escuchando el timbre. Vas a abrir tú por inercia, pero el maduro ya entra como si fuera su casa, y a su lado, entra su amigo: aún mayor, gordo, zafio, sonrisa babosa, mirada directamente sucia. El olor de loción fuerte, sudor y tabaco te da en la cara antes de que diga una palabra. El maduro pasa, saluda a tu mujer con un azote en el culo que retumba en todo el piso, y se gira al colega:
—Ahí la tienes. Hoy va de colegiala y de mascota, lo que quieras.
El amigo ni saluda, sólo se baja los pantalones y la sienta en sus rodillas, metiéndole mano por la falda como si no existieras.
El maduro te señala:
—Este es el cornudo del grupo. Por el que has pagado, así que úsalo como te salga. Su boca y su culo son tuyos.
Te empuja al sofá, te baja los calzoncillos hasta los tobillos, dejando la jaula bien expuesta. Mientras su colega se frota la polla mirándote con asco y deseo, el maduro escupe en su mano y te la planta en la cara, te manosea el pelo y te saca la lengua a la fuerza.
La risa del gordo retumba:
—Madre mía, qué pringado. Mira cómo se queda tieso… ¿Me lo colocas tú, colega?
Entre los dos te hacen ponerte a cuatro en la alfombra. El maduro te agarra de la cintura y el gordo se arrodilla delante, saca la polla y te la mete en la boca de golpe, sin miramientos. Te folla la boca, te escupe, te pega cachetes en la cara, manosea la jaula para reírse de tu humillación.
Mientras tanto, el maduro pone a tu mujer boca arriba encima del sofá, le aparta la falda, la penetra de golpe, le arranca gemidos y risas, la escupe, le da palmadas:
—Hoy eres puta para dos, ¿te enteras? Para eso te he enseñado.
Tu mujer mira al gordo y le chupa los dedos, coge tu cabeza y la empuja aún más, obligándote a tragártela entera. Entre polvo y polvo, los dos hombres se pasan la coca, esnifan líneas sobre la mesita del salón entre risas, usan vuestros cuerpos a placer, sin parar de lanzaros insultos y comentarios degradantes.
—¿Has visto lo bajo que has caído, cornudo? —te susurra el maduro al oído mientras te...
Sumiso en mi propio hogar (Parte 2 de 2)
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