Primera experiencia cuckold

Relato generado por IA, empieza como pareja cuckold pero termina en sumision gay
====================================================================


Quedáis en su casa, un piso discreto pero elegante, con todo preparado para ese juego tan íntimo. Tu chica va sexy, minifalda, escote y tacones; tú al lado, castigado ya con el cinturón de castidad puesto bajo el pantalón. Sabes que hoy no eres el protagonista, eres el cornudo, el cómplice, el espectador humillado.

La puerta se abre y ahí está él: el maduro, sonrisa arrogante, barba bien cuidada, camiseta ajustada marcando músculo y autoridad. Os invita a pasar, te saluda sólo con la cabeza, y centra toda su atención en tu chica, como si tú fueras el paquete que trae ella.

—Así que tú eres la princesa que tengo ganas de… conocer a fondo. —Le habla mirándola sin disimular el deseo, y ella sonríe, nerviosa pero excitada.
—Sí… es la primera vez que… —empieza ella, pero él la corta, poniéndose justo delante, bajando la voz.
—No hay prisa, solo hay ganas. Y tu chico… —te lanza una mirada rápida, de arriba abajo—, conoce perfectamente las reglas, ¿verdad?
Tú asientes, sintiendo el cinturón humillante presionando más que nunca.

Le ofrece una copa y poco a poco va soltando comentarios, miradas, acercándose mucho más de lo normal a tu chica. Le toca la cadera, le acaricia el brazo, le susurra cosas al oído mientras a ti te deja en silencio, mirando, tragando saliva.

—Ven, siéntate aquí conmigo —le pide señalando el sofá, mientras a ti te deja en una silla, apartado, pero con vista perfecta.
Ella le obedece, él le aparta el pelo y le muerde suavemente el cuello. Ella gime bajito, tú ves cómo la mano él va subiendo por el muslo, metiéndole dedos por debajo de la minifalda. La situación te supera, el deseo y celos se confunden, y tocas instintivamente el cinturón, notando el castigo.

Él te mira y sonríe, arrogante:
—Espero que el cornudo no se ponga nervioso. Aquí solo se mira y se aprende.
Tu chica se atreve a mirarte, se muerde el labio y se rie bajito. “Estoy bien”, te susurra casi sin voz, sabiendo que eso va a excitarte y destrozarte aún más.

Él la tumba en el sofá, le sube la falda y le abre las piernas. Tú, desde tu lado, ves cómo le baja las bragas, las huele, sonríe satisfecho, se las mete en el bolsillo. Ella respira rápido, mezcla de nervios y ganas. El maduro le abre las piernas y se arrodilla delante de ella, empieza a lamerla sin piedad, mientras te mira de reojo, disfrutando de tu reacción.

—¿Te gusta cómo la trato, cornudo? —te pregunta, sin parar de follarse con la lengua a tu chica.
—Sí… —aciertas a decir, la polla apretada, absolutamente impotente.
—A la próxima, quiero que seas tú quien me vea follármela a fondo —te dice directo, marcando el terreno.