CLICK, CLICK, ZIIIIIP. XXV.- EL VIEJO LABRADOR 👨‍🌾

Además, me confesó que llevaba los 80 km a Madrid llorando a moco tendido.

Mi suegro, que era todo positivismo, parecía hundido.

Joer, pobrecito.

Pero era lo que le faltaba para ser perfecto.

Porque perfecto en realidad no era lo que todos creíamos percibir de él.

Todos sabíamos cómo llegó a Madrid con 18 años, con el sólo apoyo de sus dos hermanas que se le turnaban al principio para dejarle una habitación para dormir en sus casas, y como había ido superando todos los obstáculos, año tras año, mes tras mes y día tras día hasta tener 5 locales de su propiedad y dos casas en Madrid y otra en el pueblo de mi suegra.

Es un hombre que se había hecho a sí mismo y sin embargo no se le veían heridas de guerra de ese sufrimiento que hubo de pasar todos los días de esos 20 años.

Le creíamos de ACERO. Tenía una coraza que era imposible de verdad verle llorar, pero lo estaba haciendo.

Por tanto, como estaba viendo, ser perfecto no es no llorar, es al contrario. Es dar una imagen de fuerza y coraje, pero en el fondo cuando nadie te ve, poder llorar. Eso es lo que le hace más grande aun, tener sentimientos.

Que pena y tristeza verle llorar pero que imagen más bonita que te permita verle cuando lo hace, y además es que estaba llorando por mí.

Yo me puse también a llorar. Era hermoso verle ese sentimiento y compartirlo con él.

Le abracé.... y me preguntó...

A: Ooooohhhh,. Querido amigo, hijo, yerno, padre de mis nietos y amante... ¿Por qué lloras?

Mientras le comía todas las lágrimas que salían de sus ojos y le besaba por toda la carita le contesté, con gracia y como disimulando, pero que dejaba claro mi sentimiento.

T: Nada, no es nada. Es que he estado cortando cebollas y me he debido de tocar los ojos ahora.

(No hay nada mejor que mostrar un sentimiento rehuyéndolo como si no hubiese un motivo real y echarles la culpa a las cebollas)

Me dijo:

A: ¿Tú también?

(Jo, eso era también otra muestra de su delicadeza, de su sensibilidad y de su inteligencia, no tocábamos el tema ninguno y le acabábamos echando la culpa a las cebollas, que por cierto en casa se nos habían acabado)

A: Pues sí que estamos buenos. Acompáñame al coche que tengo algo para tí.

Extrañado pero emocionado, con la intriga de saber qué tendría en el coche para mí, me seco las lágrimas como puedo y bajo al coche con él.

El ascensor no funcionaba y su casa estaba en la sexta planta, por lo que comenzamos a bajar.

Cada piso que bajaba me iba dando cuenta del momento más bonito que estaba viviendo. Yo que unos minutos antes iba a romper nuestra relación sexual que teníamos que se había convertido en no sólo sexo. ....y lo quería romper...

Cuando vamos por el tercer pi...