Esta es una historia real

Mi primera vez fue con una persona mayor que yo, que me doblaba la edad. Él tenía 36. Yo era joven, inconsciente, inocente, bastante confundido con mi sexualidad y muy caliente. llevaba un tiempo fantaseando con estar con un tío. De hecho ya había tenido anteriormente algún escarceo con un primo segundo y un amigo, mientras nos pajeábamos. Un tópico, vamos. Pero nunca había estado con ningún tío ni con ninguna tía, y era verano y estaba dispuesto a perder mi virginidad.

El caso es que quedé con un tío al que no conocía de nada. Contacté con él por un anuncio en un periódico. Os podéis imaginar, estaba muy nervioso y al menos tres veces estuve a punto de arrepentirme e irme. De hecho, como no había móviles, quedamos en la puerta del Metro.

Cuando le vi, la verdad es que no me gustó mucho, no era muy guapo, pero tenía una voz tan hipnótica, y era más grande y fuerte que yo, así que me sentí como arrastrado sin saber muy bien cómo decir que no.

Fuimos a su casa. Vivía en el típico piso minúsculo de una corrala, en la última planta, una buhardilla con sólo una habitación que hacía las veces de salón, comedor, cocina y dormitorio. La cama estaba separa del resto por una cortina. Subimos por las escaleras (no había ascensor), y a medida que iba ascendiendo mi corazón iba latiendo con más y más fuerza. Pensaba "dios mío, qué estoy haciendo" y también "me encantaría retozar contra su cuerpo". Vamos, que era un revoltijo de contradicciones.

Nada más entrar me ofreció una bebida, nos sentamos, charlamos... fue muy amable y con su voz melodiosa e hipnótica me iba contando cosas de su vida y me preguntaba por la mía... Cuando le dije que no había estado nunca con nadie, sonrió con un brillo extraño en los ojos y me preguntó si nunca me había metido nada por el culo mientras se acercaba y me empezaba a acariciar el muslo. Fue muy directo y me chocó de repente que diera este paso pero luego pensé, "tío, has venido a lo que has venido, ¿qué esperabas?"

Le dije que alguna vez me había metido dedos y lápices... se levantó, se puso delante de mi (con su paquete a la altura de mi cara), y me dijo "qué tierno... pero esto no es un lápiz, cielo". Y se bajó el pantalón. Yo estaba ya como loco, como una perra en celo y no me lo pensé dos veces. Comencé a acariciar su polla a través del calzoncillo y a dar besos y mordiscos sin sacársela del calzoncillo. Él se rio y me cogió con su mano la barbilla y me apartó, mirándome a los ojos y diciéndome "ven, cielo, vamos a la cama"

En la cama nos desnudamos lentamente, fue como muy cariñoso, me sorprendió la intimidad que habíamos alcanzado con sólo conocernos de unos minutos. Nos frotamos y nos acariciábamos. Tenía una polla dura y bien gruesa, no muy grande, circuncidada y con un glande brillante que me volvía loco. Yo deseaba sentirlo dentro de...