Veinticuatro (He vuelto, inspirado por los ojos grises del chico más guapo de por aquí, que tuvo la gentileza de enviarme una foto)
- ¡Buenos días, Fran! ¿Qué tal el fin de semana?
Me miró con un profundo cariño y, al adelantarle la bolsa del gimnasio, me abrazó muy fuerte y epezó a sollozar.
- Venga, pequeñín, que me vas a poner triste, ¿qué pasa?
Sin soltarme, me soltó:
- No sé cómo darte las gracias, no sé qué puedo hacer para que entiendas el bien que me haces, no sé…
Se me hizo un nudo en la garganta, otra vez. Dejé caer la bolsa y le devolví el abrazo mientras le susurraba al oído:
- Fran, das, nos das, a Laura y a mí, mucho más de lo que habríamos esperado nunca. Siendo tú nos has hecho muy felices y solo pretendemos que sigas igual y siempre a nuestro lado. Nada más… y nada menos.
Lo separé, le besé la frente y le miré los ojos llorosos. Sonrió y bajo la mirada.
- ¿Lo habéis pasado bien?
- Ha sido maravilloso, divertido, emocionante y liberador. Manu es un chico impresionante, y también te admira un montón, lo tienes enamorado, en el sentido más platónico de la palabra.
Noté cómo me ruborizaba.
- Ciertamente es un gran chico, como tú… Creo que puedo envejecer pensando que no seré un abuelo abandonado sin nadie que lo cuide… Porque eso es lo que pretendo de vosotros, solo sois una inversión.
Entendió la broma y su sonrisa iluminó el día.
- Bueno, bueno, no sé si te cuidaremos o te torturaremos con secretitos como haces tú… Y diremos muchas palabrotas en tu cara. A Laura, por supuesto, la tendremos como a una reina.
Reímos a gusto. Le sequé las lágrimas que aún humedecían su mejillas y le besé de nuevo la frente.
- Creo que tienes que recomponerte la cara. Y yo necesito un café. Esta semana va a ser muy dura, pero puede catapultar la empresa. Alva… el Sr. Gómez tiene que viajar tres días a Berlín para ultimar unos detalles y yo me quedaré aquí con el resto del proyecto, lo cual es una gran responsabilidad pero también un reto apasionante. Si todo va como espero, esta empresa se situará a primer nivel europeo.
Mi confusión con el nombre le había provocado una sonrisa irónica. La abandonó al responder:
- Si lo llevas tú, será un éxito, seguro.
- Tendremos que hacer muchas horas extra…
- Soy tuyo las 24 horas del día… con permiso del Sr. Gómez, claro.
Le solté una colleja cariñosa y sonreí, aunque noté que me había ruborizado. Por otra parte, veía que Fran estaba más relajado y eso me tranquilizaba: con suerte, pronto olvidaría lo que había pasado.
- ¡A trabajar, cabroncete, no sé si me gusta que seas tan listo!
Reímos a gusto y retomamos la rutina.
La semana fue intensa, jornadas de doce a catorce horas, todos los departamentos muy por encima del ritmo habitual, casi al borde del colapso. Álvaro tuvo que alargar su estancia...