4. El Amo… al fin

(…) Finalmente te recojo y te llevo a mi casa: ya han acabado contigo… al menos ellos

Todo ese recorrido brutal sirve solo para dejarte exactamente donde perteneces: desnudo, a los pies de tu amo, con el cuerpo ya marcado y reventado, sabiendo que vuelves a ser propiedad suya y que nada te salva de lo que desee hacerte. No me molesto en mirarte a la cara, simplemente me pongo detrás y te empujo de golpe contra el suelo. Sientes mi polla dura, salvaje, hundiéndose en tu culo ya destrozado, abriéndote de nuevo como si no existieras para otra cosa. El dolor es inmediato, llegando con una furia que te hace gritar, pero tus gritos sólo me calientan más, y tú, como el sumiso despreciable que eres, no puedes evitar susurrar entre sollozos: “Gracias, amo… gracias… duele… gracias…”.

No hay piedad en tu amo. Te follo salvajemente, sujetándote por la nuca, presionando tu cara contra el suelo, mientras tu culo es desgarrado, mi polla entrando y saliendo a placer. Cuando me corro dentro, lo hago sin sacarla, notando de golpe ese calor asqueroso que se distribuye por todas partes, y tu primer instinto es gemir agradecido. No puedes evitar girarte un poco, buscando en mi mirada alguna señal de compasión, pero lo único que ves es dominio total: “¿Has aprendido la lección? Solo sirves para esto”, te escupo.

Antes de que puedas contestar, percibes una presión extra, y pronto una sensación aún más humillante: el calor de mis meos llenando tu culo, rebosando esa sensación sucia y asquerosa que te arde por dentro. Notas cómo tus entrañas se llenan, burbujeando, mientras yo, tu amo, no lo olvides nunca, sigo orinando en ti como quien vacía un desperdicio en cualquier recipiente barato. El olor es intenso, brutal, imposible de ignorar.

Eres tan poca cosa, tan mierdecilla y tan consciente de tu lugar, que justo en ese instante tu cuerpo explota, incapaz de aguantar la excitación. Sueltas chorros de semen sin tocarte, sacudiendo el cuerpo sin control, toda tu sumisión y humillación transformada en pura obediencia y placer asqueroso. No puedes decir otra cosa que “Gracias, Amo… gracias porque sólo así soy algo: el esclavo que se llena de su semen y de sus meos…”.

Y ni siquiera pido que te limpies. Simplemente dejo mi polla dentro, asegurándome de que lo retengas todo, porque sé que te gusta sentirte de mí propiedad, humillado, reventado y sucio


Gracias a mi Amo por permitirme publicar este relato de ficción, y por enseñarme cada día a ser mejor esclavo