Entras en Xtudr y, entre tantos perfiles, uno nuevo te golpea: “Pareja veinteañera busca esclavo doméstico. Sólo tareas domésticas de verdad. Disponibilidad para asistencia regular” El corazón se te acelera. A tus 40 años, con la experiencia y la vergüenza bien compactadas en el fondo del estómago, sabes perfectamente lo que buscas: servir, obedecer, humillarte. Sin rodeos.

Te lanzas a escribir el mensaje, manos temblorosas, sintiendo el peso de los años y la ansiedad de la sumisión. No quieres parecer desesperado, aunque sabes que en el fondo lo eres. Tu texto es formal, directo y sincero, como debe ser:

"Hola. He visto vuestro anuncio. Hombre sumiso, 40 años, educado, serio y muy limpio. Tengo experiencia en tareas domésticas, y estaría muy interesado en serviros. Total disponibilidad, discreción absoluta, actitud humilde. Agradecería mucho poder ser útil para vosotros."

La respuesta te llega pocas horas después. Notas que el mensaje está bien escrito pero sin la menor pizca de simpatía, completamente práctico:

—Buenas. Nosotros no buscamos guarros ni pajilleros fantasiosos. Solo queremos un esclavo eficiente que limpie de verdad. Aquí no hay sexo ni mariconadas de dominación teatral. Queremos la casa impecable: suelos, baño, cocina, polvo, cristales, plancha... Si no eres pulcro, ni te molestes.

—No pienses que por servirnos vas a recibir nada especial. Como mucho, si tu trabajo es impecable, podrías besar nuestros pies, oler nuestro culo, o quizá —y solo quizá— te dejemos vernos follar. Pero, créeme, una sola hora de nuestra cotidianidad daría para alimentar tus pajas durante un mes.

—Entiéndelo: para nosotros tu presencia solo se justifica si la casa queda más limpia de lo que estaría con una limpiadora. Si no, puerta.

Les contestas enseguida, totalmente rendido antes incluso de empezar. Sientes la humillación de no poder ni pedir nada para ti, solo rogar por la posibilidad misma de arrodillarte ante ellos y ganarte cualquier nimiedad.

"Lo comprendo y lo asumo. No espero nada a cambio: limpiar para vosotros sería suficiente, la recompensa estaría en poder ser útil y veros complacidos con mi trabajo. Si alguna vez consideráis concederme el privilegio de besar vuestros pies o simplemente veros juntos, lo viviría como un regalo. Insisto: soy limpio, detallista y trabajador. Tan solo pido una oportunidad."

La siguiente respuesta llega aún más seca, casi como un resumen de condiciones antes de dejarte entrar:

—Si es así, podemos probar. Buscábamos a alguien que viniera un par de horas al día para mantenerlo todo perfecto, pero como prueba puedes empezar viniendo esta semana dos veces, tres horas cada vez.

—Nuestro piso es pequeño, se limpia fácil. Es básico pero queremos todo como si entraran a hacer fotos para una revista.

—Estarás puntual, ni un minu...