Escrito por: melenas23
1485 palabras
Todavía con la cabeza explotándome por lo recientemente vivido en la terraza al aire libre, y una vez mi paquete estuvo sobradamente familiarizado con las caricias y manipulaciones de G, me tocó llevarle a cenar a un restaurante cercano de Chueca donde, salvo dos mesas, el resto estaban ocupadas por otras parejas de chicos.
G me permitió no tener que sacarme la fina chaqueta que me cubría el croptop, y por lo demás, la cena discurrió con normalidad. G me preguntó sobre mis gustos, aficiones, me contó detalles de sus relaciones. Todo tranquilo. Aparte de que G decidió por mí lo que tomé (una ensalada), y de que, por supuesto, me tocó invitarle, describiría la cena como lo más parecido a una cita de “first dates”. Eso al menos pensaría quien nos viera desde fuera. A mí me sirvió para relajarme bastante.
Al terminar, G ordenó dirigirnos a un bar de copas cercano. Creo recordar que se llamaba Lakama, y estaba bastante lleno para tratarse de una noche entre semana. El bar era gay, se veía claramente en los pósteres de publicidad, aunque por lo poco que me atreví a mirar a la entrada que no fuera el suelo (yo iba muerto de vergüenza), había un poco de todo, y bastantes chicas… eso sí, en un ambiente muy joven (20-30 años).
G parecía haber estado antes en el local porque me dirigió directamente al piso de arriba por unas estrechas escaleras y sonrió cuando vio que el extremo más alejado de la entrada, la esquina de una especie de largo sofá con mesas delante, estaba vacía.
-“Siéntate ahí, heterito, y ponte cómodo”- me dijo, indicándome el extremo más alejado del sofá, en un rincón que ya hacía esquina con la pared.
Él se sentó a mi lado. En su otro lado un grupo de cinco chicos y chicas se agrupaban alrededor de una de las mesas y a juzgar con el número de copas vacías y lo animado de su conversación, llevaban allí un largo rato. Fuera de ellos, y por la disposición del rincón, quedábamos poco expuestos al resto del local.
Mi cerebro procesaba todo esto con temor, pero G no me dio demasiado tiempo para pensar. Después de la “cena romántica”, G volvía a ser el dominante que conocía y me fascinaba.
Sin preguntarme tomó la carta y pidió a un camarero que se acercó dos cócteles iguales con vodka y otros líquidos de colores.
Después, mirando el reloj, me pasó la mano por la nuca y me atrajo hacia él, obligándome a mirarlo fijamente. Estábamos sentados uno al lado del otro muy pegados, nuestros muslos tocándose.
-“Falta algo más de una hora para el punto de no retorno. Aunque tengo claro qué es lo que vas a decidir, vamos a hacer que antes te quede un buen recuerdo de este sitio, ¿no?”.
Rojo de vergüenza, asentí.
-“No pongas esa cara, si sé que lo estás deseando, necesitas esto… ¿a qué sí?.
Me cogió la cara de la barbilla, y como si f...
TRASPASANDO LIMITES CON G (IV)
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